• 26 de Abril

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Lo que pasó en Valparaíso el fin de semana fue grotesco. El espectáculo de lo vulgar como manifestación de lo denigrante. El público aplaude. La animadora del evento celebra las reacciones en el escenario, luego pide disculpas. Las autoridades de manera transversal critican el hecho. El cuidado de los niños aparece como esencial, conjunto al respeto que merece la bandera.

El evento fue realizado con el nombre de apruebo transformar. La palabra suena conocida en Puerto Varas. Si bien no hay ni una relación entre el evento de Valparaíso y el movimiento político local, la palabra es la misma: Transformar.

Cuando fue el debate entre los candidatos para la elección de alcalde, realizado en vivo por El Heraldo Austral, el actual alcalde, en condición de candidato, hizo ver que su opción era mejor que la de los rivales, porque ellos ya habían tenido la oportunidad, y no lo habían logrado. Todo esto cruzado por el juicio crítico, generalizado, categórico, de que los partidos políticos, las independencias políticas instrumentales, la supremacía de intereses sectoriales, o derechamente, la falta de capacidades, les daba el sentido para explicar de que esta era su oportunidad, su momento.    

En esto de la transformación, la palabra, hay un patrón en el lenguaje. Lo que permite y justifica la transformación es cuestionar de manera severa el pasado reciente. Lejos de reconocer sus éxitos, destacar sus fallas. Una idea similar a la de que no son 30 pesos, son 30 años. Se argumenta con vehemencia, a veces con razón, pero siempre con dureza, para hacer leña del árbol caído y después chipear esa leña. La verticalidad del juicio crítico, generalmente sin muchos matices, empuja generacionalmente a todos quienes, de diversas maneras, se vincularon a esos procesos cuestionados. Se dibuja una línea que es una frontera, mientras contradictoriamente se habla del rol de la participación, el todos y todas, juntos y juntas.

La supremacía moral ejerce su acto, y la política de la cancelación se celebra en el caudillismo de la adhesión en redes sociales y los grupos de whatsapp. Mucho más importante que las diferencias, el debate, el intento de acuerdo, parece ser la búsqueda permanente de la fuerza motriz de las mayorías, incluso por sobre estrechar las distancias entre las diferencias. Se instrumentaliza el sentido de la democracia por conveniencias y convicciones con más vocación de cumplir requisitos que representaciones.

La supremacía moral, por inconsciente que sea, abrigada apenas en el temporal de un clima crispado, hace del optimismo y la confianza, ingenuidad. Mientras, la conducción hacia la superación de los problemas va evidenciando una verdad incómoda: los procesos son complejos, lentos, técnicos, áridos, y a pesar del interés generalizado en el título de las canciones, no tan convocantes en cada una de sus etapas, estrofas y coros. Por ejemplo: Si se coteja el padrón electoral de Puerto Varas con las cifras que se entregan en los procesos de participación para la nueva costanera o la renovación del cerro Philippi, son porcentajes mínimos de participación. Además, a diferencia de una elección formal realizada por el Servel, quien organiza es quien manda, perdiendo sentido de control, situación que es aún más notoria cuando las metodologías deliberantes son poco claras. En el cielo de la perspectiva, la adhesión a los objetivos de desarrollo sostenible de la ONU parece norte, pero le falta sur.

El movimiento Transforma en Puerto Varas hace unas pocas semanas declaró que su posición institucional es el apruebo. Sobre el proceso deliberante, se atienden reflexiones en base a la asistencia de conversatorios, adicional a una votación en asamblea. La decisión no debería generar sorpresas, pero sí representa una vocación mayor. Alcances que serán un suspenso. De lo comunal, a lo regional, nacional, tal vez internacional. No se sabe. Si uno quiere saber más, ya no hay página web. Tampoco una lista de quienes integran el movimiento. Eso sí estaba disponible durante la campaña. Ya no.

Más allá de las posiciones, todo indica que el resultado de este fin de semana será estrecho. Probablemente el proceso constituyente no terminará con la decisión que triunfe, sea la que sea. La responsabilidad y la experiencia serán determinantes. La necesidad de encuentro obligará cuando menos a considerar el peso de las palabras. En el juicio peyorativo de que casi todo lo que se ha hecho hacia atrás ha sido una desgracia poblada de injusticia y arbitrariedad, hay un contraste con la necesidad de paz social mediante acuerdos políticos transversales, en que el valor justo de la historia es tan importante como saber criticar la historia con justicia.

El evento de Valparaíso ha contado con el rechazo de todos. Nadie aprueba esa expresión. Eso no identifica a nadie. Pero pasó. Tal como los hechos de violencia de los últimos años. Como la quema de iglesias. Como las irregularidades en el financiamiento de la política. Las colusiones. La corrupción. Quién falta más el respeto a quién es un debate que impregna el futuro de la tensión de la revancha. Tanto, que a veces parece que ya ni se trata de si una opción es la buena y la otra es la mala, por mucho de que en este momento de recta final cuesta ver otra cosa. La paz social depende de mucho más que del resultado. Si el pasado no hace las paces con el presente, el futuro de los niños y la bandera pueden vivir la misma suerte que el fin de semana en Valparaíso.

Por: Pablo Hübner