• 26 de Abril

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Deseo lo mejor a nuestro flamante alcalde y a su equipo municipal, porque espero el bien para nuestra región, en un escenario que viene muy duro, con desafíos institucionales, económicos, sociales, logísticos y morales inéditos en la vida de la mayoría de sus habitantes.

Con una energía que nos sorprendió, su meteórica campaña  prometió Transformación y Sustentabilidad con tanto entusiasmo, que pareció desconocer la legitimidad de otros políticos menos “transversales e independientes” para competir y llevar a cabo la sanación y los cambios estructurales indispensables en la ciudad, en la comuna y en la conducción municipal.

Sin embargo, pasados ya algunos meses de instalada la nueva administración, observo que hay indicios irrefutables de continuidad y paralización en aspectos tan fundamentales como el término al pretendido gigantismo metropolitano del ordenamiento territorial, la peatonalización y la solución colectiva al transporte interurbano, y el destino provincial y sin reciclar de los deshechos domiciliarios. Es un hecho que la trama estructurante de nuestras ciudades está al borde del colapso y que más de lo mismo no es solución.

Temo una vez más la sumisión a los intereses cortoplacistas del automóvil y del gremio constructivo-inmobiliario, protagonistas de la sistemática destrucción de la calidad de vida urbana en la región. Aquí está la raíz del tsunami inmigratorio a la vida semi rural, cuya solución requiere creatividad y realismo más que satanización y castigo. Esto resultaría incongruente con la promesa de transformación y con el principio de sustentabilidad. A tal punto es mi aprehensión, que sin dudar de las buenas intenciones y de las mejores maneras,  comienzo a sospechar de la capacidad de gestión, independencia, conocimiento y voluntad política de esta renovación tan esperada y necesaria, para ir más allá de algunas gestas a favor del medio ambiente que contribuyen, pero que son más propias de las ONG´s.

Es que la Sustentabilidad es una bandera de transformación muy seria y exigente en sí misma. Porque ella representa un cambio fundamental al constituirse en condición del desarrollo económico. Cuando hablamos de “desarrollo sustentable”, estamos frente a un profundo cuestionamiento al antiguo dogma de que  “desarrollo” y crecimiento económico  son la misma cosa. Y esa nueva condición que exigimos al crecimiento económico para que efectivamente sea progreso, tiene claros componentes. Exige crecer respetando los delicados balances ambientales (sostenibilidad ecológica), el balance de ingresos y gastos (sostenibilidad económica), el de derechos y deberes (realismo) y el de propender a la integración de la convivencia (sostenibilidad social). Y si además somos cuidadosos de su raigambre profundamente humanista (algo que algunos parecen desconocer), exigimos también del crecimiento económico que respete el Estado de Derecho, la diversidad y la libertad individual.

En consecuencia la Sustentabilidad es en sí misma una trasformación elemental de la cultura del materialismo desbocado que ha primado desde la revolución industrial y que tiene en jaque la sobrevivencia física y espiritual de nuestro planeta y sus habitantes. Dicha cultura se ha manifestado por más de tres siglos en lo público y en lo privado en la búsqueda de la Maximización (de la recaudación, del tamaño y el poder en el primero y de la riqueza y el dominio en el segundo). La Maximización es un concepto inorgánico e incontinente, que propende a la desmesura del apuro y del crecimiento ilimitados, y que atenta contra la propia naturaleza humana. Muy propio de la especulación, del gigantismo, de la centralización, de la aglomeración, de la conurbación y del fracasado experimento de la metrópoli. Estos efectos nocivos de la cultura del desenfreno disfrazados de “progreso”, resultan así esencialmente opuestos a la auto contención y renovación que caracteriza los equilibrios a escala humana y los propios de la naturaleza y que conforman el principio de  Sustentabilidad.

Pablo Ortúzar A.