• 27 de Abril

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El verano 2022 ha sido fiel representante de la nueva normalidad. Mientras el turismo nacional declara presencia, explotan los casos de Covid en la comuna. El municipio decide suspender todas las actividades masivas para febrero. Se suma al cierre de playas céntricas por contaminación y la suspensión de los fuegos artificiales de año nuevo.

En Puerto Varas el verano desafía la realidad. Las reuniones entre amigos parecen no tener límite, basta mirar las playas, las veredas, el taco, los restaurantes, los cafés, la plaza. Los protocolos son como los elásticos de un traje de baño viejo. El proceso de trazabilidad de casos reduce su capacidad por diversos motivos, lo que se suma a una aparente reticencia a recibir la vacuna con la tercera dosis, incluso condicionando la funcionalidad del pase de movilidad. Los peatones siguen usando la mascarilla, pero muchas veces más parece una bufanda. Hablar de cuarentenas, cordones sanitarios, toques de queda, son apenas sombras de un pasado con aparente imposible para el presente, digan lo que digan las cifras. El cansancio de la pandemia avanza hacia el complejo debate entre la vacunación obligatoria, las libertades individuales y la seguridad común.

La pandemia mundial es uno de los tantos frentes vinculados a una misma realidad histórica. Puerto Varas se declaró en julio del 2021 en crisis climática. La palabra colapso es parte del eco de la catástrofe de un diagnóstico categórico. El crecimiento relámpago de la comuna, la regulación deficiente en eterno proceso de cambio, la basura en aumento y las deficiencias en el manejo, la contaminación del aire, del agua del lago, de las quebradas, de los humedales, del río Maullín, la sequía, entre tantos problemas que están determinando la calidad de vida y condicionando el futuro de la comuna.

Las medidas para enfrentar la situación van entre los procesos y los diagnósticos, que suelen ocupar más tiempo que las soluciones, pero, se justifican como el camino hacia las soluciones. Se produce una sensación pasajera de confianza, basada en que se está haciendo de todo, porque así lo aparentan cientos de reuniones, anuncios de convenios de colaboración, creación de asociaciones, mesas y más mesas. Pero, decir no es hacer, así participe todo el mundo. Y hacer toma tiempo y cuesta plata que no siempre se tiene. Son otros procesos, con otras etapas y otros plazos que más prolongan el arribo de soluciones definitivas.

En respuesta a la adversidad de toda esta preocupada y preocupante lentitud ante la urgencia, la reactividad improvisada asume protagonismo como parche curita a la hemorragia. Lo definitivo de lo provisorio adquiere un liderazgo inmerecido y sobrecargado de explicaciones y promesas. Por si fuera poco, la realidad que se dice conocer, no se conoce tanto. Para proteger hay que conocer.

El asombro de ver a Puerto Varas en los rankings con el aire más contaminado de Chile es tardío. En Santiago cuentan con esta información desde hace décadas. Tienen varias estaciones de monitoreo. Hoy en Nueva Braunau nadie sabe qué pasa con el aire. Probablemente pasarán años antes de que los vecinos de ese sector lo sepan. El agua del lago Llanquihue se mide de manera puntual y esporádica. La comunidad no tiene acceso permanente a esa información. Nadar en las playas céntricas es peligroso. La señalética en la playa es apenas suficiente. Playa no habilitada, dice, como si fuera por cualquier cosa. No es raro ver niños nadando en ese sector, arriesgando su salud. Tal vez debería decir, peligro, no nadar, riesgo sanitario. O algo parecido. Que se noten las prioridades entre cuidar la imagen del destino y cuidar a los niños.

La suficiencia siempre tiene buenos argumentos y sabe vestirse de demasiado si es necesario. Lo concreto es que las decisiones que se tomen en los próximos meses para enfrentar estos problemas marcarán la suerte de las próximas décadas. A diferencia de los gobiernos municipales, regionales y centrales anteriores, esta es una etapa crítica, con múltiples elementos diferentes y severos que explican el conjunto. Perder la posibilidad de encuentros masivos en verano es una mala noticia. La pandemia es una mala noticia. La crisis climática es una mala noticia. La contaminación es una mala noticia. La sequía es una mala noticia. La otra mala noticia es que se dice mucho más de lo que se hace, se sabe menos de lo que se debería saber y no hay tiempo que perder porque esta es una emergencia.

Por Pablo Hübner