• 26 de Abril

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Después de esta elección presidencial, donde todo parece incierto, se crean enemigos  por las redes sociales y se dicen muchas cosas de los empresarios y se estigmatiza al pobre.

Pareciera que hoy la política, negocios y religión fueran irreconciliables entre sí, sobre todo cuando aquellas autoridades que han tenido la misión de llevarlos como emblema de lucha, han hecho de ellos, símbolos de corrupción.

Por estos días, justamente aparece entre mis libros una tarjeta de navidad, que el tiempo pintó amarilla, que entregó mi primer jefe.

Siempre había querido trabajar en aquella tienda de cassettes, discos, instrumentos musicales y accesorios que eran de todo mi gusto,  era para entonces todo lo que yo soñaba, aprender más de la música.

No puedo decir que mi paso por aquel negocio fue el mejor, porque traía conmigo muchas dudas, rabia y conflictos con el sistema y mi ímpetu juvenil y las ganas de querer cambiar el mundo, me ponían en constante conflicto con quien en su momento era mi superior.

Cuando conocí a Odilo Horn, me intimidó con su gran estatura, calvo y su palidez.  Pero que tranquilizaba con su voz cansada y pausada. Me pidió que trabajara en su empresa. Dudé, pero acepté.

Pero él era católico. Y subí mis armaduras. Entonces aparecían mis conflictos con la religión, sobre todo con el paradigma que tenía y aún tengo, que, "la religión y los negocios son incompatibles".

En más de una oportunidad, hablamos de valores, política, negocios y religión. Y discutimos, reconozco que no salí con la mejor cara de su oficina. Y ni hablar de las reuniones que me parecían tan tediosas que una vez por semana se hacían con todo el personal de Electro Horn. Y que me parecían una pérdida de tiempo.

¿Pero cómo hacer que negocios y religión puedan vincularse sin que terminen siendo, (como suele suceder)  una acumulación de riquezas para los hombres de iglesia?

La respuesta era, con ÉTICA Y AMOR AL PRÓJIMO.

Tuve la oportunidad de conocer su casa. Reconozco, que antes de entrar me hacía la idea de una gran mansión. Todo lo contrario. Me sorprendió la austeridad de aquel departamento. Lo que para muchos empresarios, seguramente era incomprensible.

Creo que en gran medida Odilo Horn logró llevar una vida donde podía tener un negocio y hablar de su religión. Porque ahora, desde la tranquilidad de mi adultez, hago la reflexión y no he podido encontrar un ejemplo igual.

Hoy por hoy, hace falta que en las empresas se hable de  ética, familia, honestidad, solidaridad. Sobre todo cuando estos están en riesgo. Por este sistema que nos vende un veneno disfrazado de dulce, donde la televisión nos miente con antivalores, haciéndolos pasar por diversión. Cuando en las empresas se entrega una "generosidad", que en realidad deberían ser derechos garantizados para los trabajadores.

Odilo Horn fue un buen jefe y un mejor hombre. Y aunque soy agnóstico y tengo serios reparos con la iglesia católica, creo que trató de llevar con dignidad y ética sus valores cristianos. Sin acumulación de riquezas, sin falsos egos, con dignidad y comprensión hacia sus trabajadores y a la gente. Donde su método de crédito era basado en la confianza. Con intereses muy por debajo de cualquier otra casa comercial. No había Dicom, ni embargos, ni castigos. Llevó a cabalidad su slogan "Un mundo para servir". Una total entrega que ya no he vuelto a ver en ninguna empresa, ni en ningún hombre de negocios, pero que ciertamente alguno podría imitar.

 

Carlos Fernando Gutiérrez

Fotoperiodista.