• 28 de Marzo

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Hoy se conmemoran tres décadas del histórico plebiscito del 5 de Octubre de 1988.

30 años del día en que la mayoría de los chilenos, con un lápiz y un papel, y en una decisión libre y democrática, derrotamos a la dictadura que pretendía otros 8 años con Pinochet a la cabeza y a quiénes propugnaban la vía violenta como instrumento para derrocar al Gobierno.

Ninguna de dichas posibilidades representaban el sentir profundo de la ciudadanía: ni la continuidad de quién ejercía el poder sin contrapesos desde 1973, ni el camino de la violencia que sólo era capaz de engendrar más violencia.

La Concertación de Partidos por la Democracia tuvo la capacidad de percibir y de recoger dicho sentimiento y, como consecuencia, de organizar y movilizar a la población para inscribirse en los Registros Electorales, de crear una gran red de voluntarios cuyo rol era impedir el fraude, y de transmitir un mensaje de esperanza y de futuro que abriera un horizonte distinto a una población ansiosa de superar odiosidades, desencuentros, violaciones a los derechos humanos y de mirar hacia adelante.

Llegar a ese día no fue fácil. Por el contrario, estuvo lleno de obstáculos y muchas dificultades para quiénes estábamos por el NO, pero que fuimos capaces de enfrentar y de superar pensando siempre en que teníamos detrás de nosotros a la gran mayoría de nuestros compatriotas y que debíamos tener la capacidad de superar nuestras propias diferencias en pos del bien mayor.

El triunfo fue indiscutido y el Gobierno no tuvo más alternativa que reconocerlo, debiendo poner en marcha el proceso de convocatoria a elecciones presidenciales y parlamentarias para el año siguiente, y así hacer posible el retorno de la democracia como sistema que organiza nuestra vida como Nación, y que ha permitido que el Chile que hoy estamos viviendo sea muy distinto al Chile de los últimos decenios del siglo pasado.

Por eso es importante que junto con conmemorar estos 30 años y recordar ese hito histórico podamos comprometernos a velar por nuestra sana convivencia, a respetarnos en nuestras legítimas diferencias, a buscar permanentemente caminos de entendimiento, a pensar  en grande y a anteponer siempre el bien común por sobre el interés personal.

Solo de esa manera podremos evitar situaciones dolorosas como las que nos enfrentaron y dividieron en el pasado reciente, y haremos posible la construcción,  entre todos, de  esa Patria justa y buena a que nos convocaba el fallecido Presidente Aylwin.