• 28 de Marzo

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[OPINIÓN] Violencia escolar: la alfabetización emocional es uno de los caminos para revertirla

Según datos de la Superintendencia de Educación, al primer semestre de este año aumentaron un 56,2% las denuncias de maltrato físico o psicológico entre los propios...

Según datos de la Superintendencia de Educación, al primer semestre de este año aumentaron un 56,2% las denuncias de maltrato físico o psicológico entre los propios estudiantes respecto a 2018 y 2019 y su abordaje requiere intervención en el contexto escolar, pero también en el familiar. Para ello la enseñanza en temáticas socioemocionales es fundamental.


El primer jueves de cada mes de noviembre se conmemora el Dia Internacional Contra la Violencia y el Acoso en la Escuela, una fecha para concientizar sobre esta problemática que se ha hecho más presente luego de la vuelta a la presencialidad post pandemia.

Pero ¿qué pueden hacer las escuelas y las familias para detener el avance de la violencia escolar en edades tempranas? A juicio de la experta en psicología educacional y neuroeducación, académica de la carrera de Psicología de la U. San Sebastián, Carol Bazignan, un aspecto básico y clave es aprender y enseñar a reconocer, expresar y modular las emociones, “aspecto que parece simple, sin embargo, nos encontramos en un sistema que se encuentra al debe con estos aprendizajes los cuales son cruciales para la gestión de nuestra conducta”, explica la especialista.

Y es que “aprender de nuestras emociones requiere que nos enseñen de esto, en la cotidianidad, en las relaciones diarias en la vida misma, no se trata solo de implementar un par de talleres o actividades poco sistemáticas, se trata de hablar cotidianamente de las emociones, así como hablamos de otros aspectos diarios, por que hacerlas parte de nuestra vida es necesario para entenderlas y así poder gestionarlas”, relata Bazignan.

Un aspecto importante, explica la psicóloga USS, es que para poder enseñarlas se requiere que el adulto las comprenda, las exprese y las module en su propia vida, ya que los niños y adolescentes no solo aprenden de las palabras sino principalmente de las acciones que observan de sus adultos referentes, frente a eso la pregunta que debemos hacernos como adultos es: ¿estamos reconociendo nuestras emociones? ¿las estamos expresando con claridad? ¿las estamos gestionado adecuadamente con nuestro entorno?

El desafío es que como sistema social hay que hacerse cargo, ya que la salud mental de los niños depende de la salud mental de los adultos, por ello “es momento de parar y darnos el tiempo para comprender lo que nos está pasando, aprender a sentir, a ponerle nombre a aquello que surge y desde ahí pensar cuáles son mis mejores opciones para enfrentar aquello”, sostiene la académica.

Estrategias de activación del bienestar

Adicionalmente, la profesional comenta que desde las neurociencias se ha demostrado la existencia de diversas estrategias las cuales ayudan a activar rápidamente estados de bienestar y conexión con “nuestro sentir”, acciones que en términos simples ayudan con la liberación de neurotransmisores que activan sentimientos de felicidad, placer y serenidad.

La respiración consciente, yoga o el mindfulness, son actividades que aparte de ayudarnos a liberar estos trasmisores, permiten que nuestro sistema nervioso entre en un estado de calma, y es solo en ese estado cuando nuestra mente se despeja y podemos tomar decisiones más pertinentes o somos capaces de comprender cosas que en un momento de estrés o angustia es imposible.

El ejercicio físico sistemático aporta mucho a la sensación de energía y placer, también la alimentación balanceada y un sueño adecuado permite reparar y mantener mente y cuerpo saludables y sanos.

Temas que claramente no son nuevos, pero que la ciencia lo avala como medidas preventivas que aportan no solo al equilibrio de nuestro cuerpo, sino también en un estado de bienestar emocional y social con nuestro entorno.

Por eso, la especialista insta a que las instituciones educativas transiten hacia culturas escolares que valoren, incorporen y establezcan prácticas cotidianas las cuales trabajen sobre el mundo emocional de todos sus actores educativos, solo abriendo ese espacio, dice “podemos profundizar y avanzar hacia climas y ambientes de aprendizajes seguros, los cuales dan pie para que ocurra un real aprendizaje”.