• 17 de Abril

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El mundo, el país, las regiones y las comunas, enfrentan desafíos inéditos, muchos de los cuales se profundizarán en los próximos años. Cambio climático, con severas consecuencias sobre los más pobres, pandemias derivadas de poblaciones en condiciones de hacinamiento, grandes movimientos migratorios, enfrentamientos por intolerancia de origen y orientación racial, religiosa y de género, grandes movimientos migratorios, particularmente de quienes escapan de la miseria y abusos en sus países de origen, profunda desigualdad que genera brechas que terminan marginando a vastos sectores que quedan en manos la delincuencia y narcotráfico, crisis de biodiversidad, agua, alimentos y energía, y eventuales conflictos bélicos derivados de esos recursos que serán escasos. No es un panorama apocalíptico antojadizo, sino la constatación de hechos que ya han comenzado a manifestarse con fuerza, dejando en evidencia la incapacidad de nuestros sistemas políticos y económicos para dar respuestas adecuadas y oportunas, evitando más dolor que el que infringen estos hechos por sí mismos.

Pero hay capacidad de respuesta para ello, la humanidad tiene reservas espirituales, morales, y fortalezas en la ciencia, la tecnología y la innovación para generar soluciones, aun a gran escala, como hemos visto con el rápido desarrollo de vacunas, fármacos y equipos en un plazo breve para la magnitud del desafío del COVID19. No obstante, donde estamos al debe es en la profunda necesidad de adecuar nuestro sistema político, que es burocrático, lento e incapaz de generar respuestas a tiempo. Los trámites de aprobación de iniciativas que deben responder a necesidades derivadas de catástrofes, deambulan entre comisiones y cámaras, materialización de instrumentos aprobatorios, y una desconcertante duplicidad e interferencia entre normas cuya coherencia, muchas veces no se cautela adecuadamente.

Los tiempos son otros. Necesitamos adecuar nuestro sistema para que sea versátil, ágil y capaz de reaccionar con celeridad y anticipar soluciones políticas a estos desafíos, con un buen soporte de conocimientos y tecnologías. Pero no es sólo una cuestión de institucionalidad, necesitamos en los cargos de representación y decisión a mujeres y hombres capaces de entender su entorno y anticipar el futuro. Y esto es a todo nivel. En las comunas, se necesitarán autoridades que entiendan y sepan donde acudir, para encontrar tecnologías que permitan construir ciudades inteligentes, al servicio eficiente de las personas y de su calidad de vida. Autoridades que no solo hablen de sustentabilidad, sino que entiendan que eso se traduce en una compatibilización virtuosa de crecimiento económico, equidad social, protección de biodiversidad y del entorno natural, agua y energía. Pero tal vez lo más relevante, que sea gente que desde esos cargos entienda y haga suyo el afán de dialogar, porque la magnitud de los desafíos es tal, que frente a ellos nadie es suficiente por sí solo.

En una sociedad que ha privilegiado el individualismo y el propio beneficio, esta última es una virtud escasa, pero aún posible de encontrar, en quienes tienen vocación para ello y clara conciencia que, o dialogamos y alcanzamos acuerdos, o nos hundimos ante las amenazas que nos asolan en todos los niveles de sociedad, incluyendo comunas como la nuestra, donde las pequeñas rencillas parecen haber dominado la preocupación de sus autoridades, descuidando lo que es central en su acción, las personas.