• 28 de Marzo

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La muerte es una de las pocas certezas que tenemos como seres humanos. Sin embargo, históricamente ha sido uno de los temas que evitamos plantearnos como posibilidad real.

Esto se debe a una serie de factores que condicionan su profundización y con ello un contexto cultural en donde el abordaje de la muerte resulta ser casi un tema tabú. Privilegiándose su análisis y desarrollo desde lo clínico-sanitario en desmedro del campo educativo.

No obstante, recientes investigaciones dan cuenta de la necesidad de conciliar el fenómeno de la muerte con la escuela, incluso diversos autores plantean el concepto de “Pedagogía para la muerte”, lo cual da cuenta de su importancia y la necesidad de especialización para todos los profesionales que intervienen en educación.

Ahora bien, ante una situación de emergencia sanitaria en curso y en la que hemos transitado un año entre confinamientos, el abordaje de la muerte se vuelve una necesidad, dado que todos de una u otra forma hemos estado vinculados el último año a la muerte y/o enfermedades o bien a una exposición constante por parte de los medios de comunicación sobre las consecuencias del Covid-19 a fin de generar una mayor concientización al respecto.

Todo ello, cobra un mayor sentido cuando nos encontramos ante niños y jóvenes que luego de estar sin clases presenciales regresarán a las aulas, con toda una vivencia en torno a una pandemia, la cual ha generado una de las mayores crisis a nivel mundial.

Por lo que el abordaje de la muerte, ya no es posible entenderlo como una opción, más bien, se trata de una oportunidad de generar una salud mental más positiva y prevenir distintas patologías en niños/as y jóvenes. En este sentido, Kübler-Ross (2014) plantea que el poder expresar la pena y el miedo desde la infancia, logra prevenir posteriores dificultades en cuanto a la salud mental.

Por lo que el desafío está en las comunidades educativas, donde a través de los planes de mejoramiento, puedan plasmar un cambio en esa dirección posibilitando espacios donde se aborde la muerte desde un enfoque preventivo y también, sus impactos en las trayectorias de vida. Puesto que “la muerte de todo hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad […]” (Donne,1624).

Loreto Pérez Solís

Directora Programa de Trabajo Social Advance

Universidad San Sebastián, Sede De la Patagonia.