• 28 de Marzo

Sugeridos:


Muchas veces como padres, al criar a nuestros hijos(as), hemos enfrentado situaciones en que debemos decidir si le decimos o no la verdad. Una de las razones para no hacerlo, es que pensamos que son muy pequeños para ello y que determinada información, los podría afectar psicológicamente. Otra situación, es cuando ellos(as) nos formulan preguntas. A veces, no damos importancia a la pregunta o no sabemos la respuesta y contestamos algo que sabemos incorrecto, restando importancia al hecho. Estimados padres y madres, como lo indica el título de esta columna, no existen las “mentiras blancas o inofensivas”. Debemos tener mucho cuidado con lo que hacemos en las situaciones descritas más arriba.

Los padres somos los modelos referenciales de nuestros hijos(as). O sea, somos los modelos que ellos imitan porque sienten que es el modelo correcto. Sobre todo cuando son muy pequeños, donde no tienen todas las herramientas para discernir entro lo que es correcto o no, o entre lo que es bueno y lo que es malo. Por lo tanto, cuando nos preguntan, es porque creen y SIENTEN que somos la fuente de la verdad. Esto, es lo importante y que no debemos perder de vista. Pero no estamos obligados a ser una fuente de sabiduría infinita y poseer todo el conocimiento del planeta.  No somos superhéroes y tampoco es bueno que nuestros hijos(as) lo crean así. Ellos(as) deben aprender que somos humanos y nos equivocamos, pero también que no sabemos todo. Cuando su hijo(a) le haga una pregunta y no sepa la respuesta, sea sincero: “no sé la respuesta, pero si me das un poco de tiempo, averiguo y te respondo”… o lo que es mejor: “Ignoro la respuesta. ¿Pero qué te parece si la buscamos entre los dos?.

Cuando les mentimos, estamos creando todas las condiciones para que ellos(as), al descubrir el engaño (el cual tarde o temprano descubrirán…sólo es cuestión de tiempo), ya no confíen en nosotros y además, perdamos nuestra autoridad. La próxima vez que tengan una duda, no nos preguntarán; buscarán a otra persona que les inspire respeto y autoridad. Desde ese momento, la relación emocional con nuestros hijos(as), se dañará irremediablemente y no es de extrañarse que cuando estén viviendo la etapa de la adolescencia, no tendremos ningún vínculo de confianza con ellos(as). Esta situación incluso, podría volverse permanente y terminar siendo una relación padres e hijos(as), totalmente carente de afecto y sólo instrumentalizada. O sea, mi hijo(a) se acerca a mí sólo cuando necesita algo material. El resto del tiempo “no me pesca”. Como padre, no estaré en su círculo de confianza y tampoco me contará sus problemas o solicitará mi ayuda. Desde que descubrió que yo le mentía, dejó de creer en mí y además, dejé de ser importante para él (ella), al momento de pedir ayuda o contención de sus problemas. Seguramente, seré reemplazado en esa función, por otra persona. Entonces, respondamos a sus preguntas siempre con la verdad. Si usted cree que es pequeño para entender una determinada situación (por ejemplo, temas relativos a la sexualidad o la reproducción), explíquelo con palabras y frases simples, pero siempre reales y verdaderas. No repita las fábulas de abejas y cigüeñas, que nuestros padres y madres nos contaban cuando éramos pequeños.

Nuestros hijos(as), son de la era de la información y por ende, están mucho más preparados para enfrentar estos temas. Esta manera de relacionarse con sus hijos(as) desde pequeños es fundamental, para poder construir un vínculo emocional que será la base de una relación parental donde la buena comunicación con su hijo(a) irá creciendo con el tiempo y evitará muchos conflictos; sobre todo en la etapa de la adolescencia.

A veces escuchamos decir a algunos padres o madres: “No sé por qué este niño(a) me salió tan poco comunicativo. Es como para adentro”. Los niños(as) “no salen así”…los padres los “fabricamos”.

Que no le pase a usted, aún es tiempo.

 

Gonzalo De los Reyes Serrano

Magister en Educación; Coach en Parentalidad Positiva