• 29 de Marzo

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La pasada elección trajo varias sorpresas. Para partidos y analistas apareció un fenómeno nuevo: el voto territorial. ¿Nuevo? No, la verdad. Más bien, la sorpresa se debía una realidad expuesta por las tres primeras mayorías de los candidatos presidenciales: su dispersión por tres macrozonas del país. El voto hablaba desde el territorio: un candidato apareció con fuerza en el norte, otro en la Región Metropolitana, y el otro, en el sur.  

Las votaciones políticas no son solo un conjunto de actitudes, identidades, orientaciones y preferencias individuales. Quienes las estudian esperan que, además, nos expliquen las preferencias de una sociedad. Y, en este caso, nos muestra algo evidente: existe otro "sentir ciudadano", lejos de los centros político-económicos.

La importancia de conocer las periferias fueron clave en las votaciones del Brexit en 2016 y para la victoria de Donald Trump en 2016. En la primera, se desestimó la posibilidad de que los votantes pudieran dar la salida del Reino Unido de la Comunidad Europea, pero el voto fuera de Londres dictó otro destino. En el segundo ejemplo, el olfato del magnate de los reality shows interpretó muy bien el resentimiento de los empobrecidos ciudadanos blancos de los cinturones industriales y del medio oeste, los que constituyen hasta hoy su mayor patrimonio electoral.

En Latinoamérica hay una inmensa brecha de estudios dedicados a elecciones presidenciales, y escasos a comicios locales, esto porque se consideraban de poco peso en la vida institucional. Sin embargo, conocer el voto de las localidades ha pasado de ser un exotismo a una necesidad. La nueva -o nunca antes vista- geografía socio-política chilena, emerge hoy para demostrar que existen problemas importantes para esos territorios (como la migración y crisis económica), que coexisten con los que preocupan a la metrópoli (como los proyectos identitarios y culturales, además de la violencia urbana).

En esta elección el voto territorial parece ser la puerta para entender las claves de la política más allá del tradicional eje de izquierda y derecha, del voto de clase, del castigo a los partidos políticos, y de las diferencias generacionales. Esperemos que “los territorios” no queden en anécdotas.

Andrea Gartenlaub Académica Investigadora de la Facultad de Comunicaciones y Artes

Universidad de Las Américas