• 18 de Abril

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Señora Directora:

En tiempos de Pandemia y de educación online la enseñanza se ha vuelto un gran tema; la figura del profesor ha salido a relucir, para bien o para mal. Quedémonos en el para bien. Hemos visto que las clases pueden traducirse en el envío de material pedagógico, instruirse mediante buenos videos, lecturas, aprender de observaciones y creación basada en la imaginación, entre otros, pero la diferencia se hace cuando aparece el profesor con su ciencia y su arte.

Hay plataformas virtuales en las que se pueden programar buenos ejercicios para actos autorreflexivos y procesos de adquisición de conocimientos en presencia solo de sí mismo. Necesario, pero no suficiente.

El profesor es mucho más que un mediador y un puente cognitivo, es la causa eficiente del aprendizaje de los estudiantes; es fascinante ver cuando un profesor en su relato deja traspasar el asombro, el misterio, las interrogantes y las novedades de su saber, pero más fascinante es cuando el alumno ya no le da atención al lápiz, y con la boca semi abierta, deja el cuaderno y fija la mirada en ese profesor que le ha descubierto alguna verdad; y lo logra porque conoce a sus estudiantes, sus historias y su contexto, y es ahí donde él se para a “hacer su clase”.

Esto es lo apasionante de ser profesor: poder arrancar de cuajo a un estudiante de su “zona de confort congnitiva”, desajustarlo intelectualmente, zarandearlo en sus seguridades existenciales, fatigarlos, pero de puro razonar, extenderles el horizonte más allá de su opinión propia, en fin, darles alas propias para aportar al mundo.

Están llegando nuevos tiempos en educación, nuevas formas y metodologías, pero la figura del profesor será insustituible si se comprende que educar es más que compartir conocimientos, es compartir humanidad.

SOLANGE FAVEREAU C.

Académica Facultad de Educación UANDES