Existen distintas formas de desarrollar una gestión pública desde las veredas de cargos de elección popular. Estas formas adquieren especial atención cuando se trata de gestión dentro de una organización que incluye distintas miradas y visiones sobre las políticas y acciones que se discuten, acuerdan y desarrollan como casi siempre es el caso, por ejemplo, en una gobernanza comunal.
Desde esas legítimas diferencias las autoridades pueden decidir ponerse al servicio de la comunidad que los eligió para su representación trabajando de forma constructiva y colaborativa buscando su bienestar y beneficio. Esto, claro está, sin dejar de lado el rol fiscalizador que la misma ciudadanía les encomendó ni tampoco los valores e ideas que los hacen diferentes. Estas distintas visiones más que entorpecer un debate pueden enriquecer la discusión dentro de la elaboración de acuerdos, políticas públicas y proyectos.
Esta forma de gestión es escasa en la política actual. Priman sobre todo diferencias que generan obstáculos insalvables que muchos no encaran como desafíos para encontrar fórmulas cooperativas para derribarlos, sino más bien los utilizan para favorecer su transformación hacia gigantescas trincheras que resultan muy cómodas y funcionales para sus objetivos personales, pero que son estériles para la comunidad que representan. Esta es una forma de hacer política que no tiene un color especifico (sucede en todos los sectores) y en la que se niega el dialogo y se entierra el debate en torno a un objetivo mayor. Este ejercicio implica el desconocimiento de uno de los atributos del ser humano que nos diferencia de cualquier otro ser vivo de este planeta: la capacidad de dialogo, debate y reflexión en la búsqueda de caminos de entendimiento por un beneficio mayor y colectivo.
El caso del consejo municipal de Puerto Varas es muy revelador a la hora de analizar ambas formas ya que están ambas presentes. Por un lado, un grupo de concejales que ha sabido mantener su individualidad trabajando por un horizonte común, salvaguardando el bien mayor, que es el bienestar de la comunidad, sin renunciar a compartir sus diferencias y utilizándolas para mejorar y enriquecer las propuestas. Es un trabajo menos vistoso y más discreto especialmente en tiempos donde hacer ruido es un acto atractivo e irresistible. Esta manera de ejercer el cargo público tiene una ventaja innegable: es una forma productiva y muy utilitaria para el desarrollo y bienestar de los vecinos de la comuna por la que se trabaja.
Desde la otra vereda tenemos otro grupo de concejales que ha tomado su rol de oposición como la gran bandera de su gestión. Este grupo ha iniciado una campaña electoral con muchos meses de anticipación, se ha centrado en sembrar dudas sobre la transparencia en la gestión municipal sin ningún fundamento o prueba tangible, ha buscado enlodar cada una de las acciones municipales que se llevan adelante desde medios de comunicación y redes sociales, han insistido (sin éxito) en encasillar políticamente a la administración y sus votantes y se ha mantenido fiel en privar a la ciudadanía del uso fértil y constructivo de sus legítimas diferencias respecto a proyectos o estrategias que constantemente critican. Su radicalización ha llegado a tal punto que algunos de ellos no han tenido reparo alguno en sumar a su orquesta al mismísimo barítono (exautoridad) del pasado que solo hace algunos meses criticaban y despreciaban por desafinado.
¿Cuál de estas formas de ejercer el cargo por el que fueron elegidos nuestros concejales es más beneficiosa para los vecinos de Puerto Varas? ¿Como reaccionará nuestra comunidad a la hora de evaluar la gestión de concejales frente a estas dos maneras de ejercer el servicio público?