Desde la etapa preescolar se nos invita a honrar la paternidad, efimeridad que queda internalizada en nosotros desde pequeños, de manera que crecemos sabiendo que año a año, junio estará dedicado a los padres. Pero ¿sabemos de dónde viene esta celebración? ¿conocemos su origen? ¿podemos utilizarla para potenciar habilidades y destrezas en nuestros niños y adolescentes?
El Día del Padre se originó en Estados Unidos, cuando Sonora Smart Dodd, hija de un veterano de guerra, quiso honrar a su padre, Henry Jackson Smart, quien cumplió un rol esencial en su crianza luego de que su madre muriera en el parto de uno de sus hermanos. La idea comenzó a ganar popularidad como una forma de valorar el rol que tienen los padres dentro de la familia y la sociedad, por lo que se expandió por el país y llegó a consolidarse como una celebración nacional en 1924.
Con el paso de los años, esta efeméride se ha transformado en parte importante de nuestras festividades, por lo que buscamos coronar dicha fecha con algún presente, tema que para muchos es solo una excusa para el alto consumo. Para otros representa un esfuerzo en el despliegue de la creatividad y habilidades manuales para elaborar un regalo que refleje el amor y el cariño que sentimos por nuestros progenitores. Con relación a este punto, es vital el trabajo realizado por parvularios y educadores, quienes se hacen cargo de gestionar y apoyar el proceso de creación de un detalle que logre transmitir el sentir de los hijos a sus padres.
En esta línea, las manualidades como forma de lenguaje, apoyan el diálogo y la expresión de lo que muchas veces cuesta transmitir con palabras, además de fortalecer el desarrollo del hemisferio derecho del cerebro, que tiene relación con la comunicación no verbal, por lo que es de suma importancia incluir en la planificación escolar este tipo de actividades especiales.
La motivación por impresionar a los padres enciende en los niños y adolescentes un motor que como educadores no podemos desperdiciar, pues es la oportunidad ideal para potenciar la creatividad, motricidad, concentración, autoestima, agilidad y rapidez mental, entre otras habilidades y destrezas que se van internalizando desde la infancia, generando aprendizajes con sentido que perdurarán toda la vida.