El 18 de junio de cada año se conmemora el Día del Orgullo Autista, efeméride que busca crear conciencia de la diversidad de personas Autistas dentro de nuestra comunidad.
El autismo es una discapacidad invisible, no por eso no se necesitarán apoyos en diferentes áreas que conciernen el quehacer humano. Los niños crecen, los jóvenes se vuelven adultos y los adultos llegan a ancianos.
El autismo no se acaba al llegar a los 18 años. Nacionalmente en cuanto a la población autista y su ingreso a la universidad existen datos cuantitativos del Departamento de Evaluación, Medición y Registro Educacional (DEMRE), que demuestran que, en los últimos cuatro años de rendición de pruebas de selección universitaria, las personas con la condición de Trastorno del Espectro Autista (TEA) o Espectro Autista corresponden a la segunda mayoría (primera es el Trastorno por Déficit de Atención sin Hiperactividad TDA) de rendición y selección de una carrera (DEMRE, 2022).
Resulta imperativo que los centros de educación terciaria acojan a la toda la diversidad de estudiantes en situación de discapacidad, pues es una realidad in crescendo, supone la justicia social y el derecho a la educación en todos sus niveles.
Como universidad estamos llamados a abrir nuestras puertas de par en par para que ingresen, permanezcan y egresen neurodivergencias que enriquezcan nuestra sociedad a partir de sus aprendizajes, de sus formas de vida, de sus intereses profundos, de su memoria infinita, de su vocación a la vida, desde sus ganas de aportar y apoyar, muchas veces desde la diáspora de la falta de oportunidades y derechos.
Somos seres humanos neuro cognitivamente diversos y nuestra humanidad se basa en la pluralidad, en la libertad de existir en las diferencias que también nos hacen semejantes.
Al fin y al cabo, todos queremos lo mismo: un feliz viaje por la vida…