• 25 de Abril

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Temporales

Por Pablo Hübner


La semana pasada en Puerto Varas se vivió un temporal fuerte, como hacía tiempo no se veía. Los techos sonaban en todas partes. Árboles caídos, postes en el suelo, chispas. Más de un incendio. Decenas de situaciones desafiando a todo el personal de emergencia. La luz se iba, el internet se caía. La incertidumbre era lo evidente durante una noche larga. Dormir era imposible. El temor a que pase algo corría tan rápido como la velocidad del viento. El temporal que visitó la región fue uno de los más fuertes en mucho tiempo. Algunos decían que parecía temporal de los antiguos. Otros, que era un efecto más del cambio climático.

En todos los grupos de whatsapp, redes sociales, se preguntaba con frecuencia sobre la suspensión de clases. Se comparaba con lo que pasaba en Puerto Montt y la determinación de suspensión anunciada temprano. El gran depende era la institucionalidad que estaba a cargo. La interpretación ante el mismo escenario variaba por comuna, o si el colegio era privado o público. No había para una emergencia común, un criterio común. La confusión entre los vecinos se hizo inevitable. A ratos parecían distintos temporales, distintos vientos.

Para el caso de Puerto Varas, temprano en la mañana, nada se sabía de la suspensión de clases. Los cortes de camino sí eran conocidos desde hace horas. Lo mismo para el caso de los cortes de luz, que, en muchos casos, significaba también corte de agua. Las decenas de portones de condominios y parcelas vivieron sus propios estragos. El anuncio de suspensión de clases en algunos establecimientos lo realiza el Servicio Local de Educación Pública Llanquihue, avanzada la mañana, cuando la incertidumbre parecía conducida a que cada uno decida como crea, con toda la complejidad que eso representa. Ir y no saber si se podrá entrar. No ir y saber que se podría haber entrado.

Para enfrentar las múltiples preguntas, las comunicaciones del municipio, depositarios de la inquietud generalizada, repitieron decenas de veces que la decisión no dependía de ellos. Que cuando sepan lo que decida SLEP, lo dirían. Que estaban esperando saber. La confusión generalizada ejercía presión sobre el equipo municipal. En este caso les correspondía informar sobre una determinación que no les correspondía. Esa redundancia se transformó en una respuesta inevitable y en una respuesta imposible, que se acentuaba con el paso de las horas. El municipio tuvo que hacerse cargo de la falta de definición por parte del SLEP, pero, sin poder definir. Eso no fue bueno. La explicación parecía excusa y la excusa parecía disculpa. En el resultado, palabras aparte, la confusión seguía.

Al día siguiente fue momento de intentar recuperar el control. Salir de la emergencia. Motosierras por todas partes trozando árboles caídos. Catastro de evaluación general con el registro categorizado de los distintos eventos. La lista era larga y variada. El temporal fue noticia nacional. Ni una comuna de la región se libró de los problemas. El viento demostró la fuerza de la naturaleza. Hablar con la familia, los amigos, saber cómo estaban, pasó a ser parte del fin de una noche de viento intenso.

El temporal que visitó las últimas semanas de mayo fue más grave que de costumbre. La coordinación en el tema educación y la suspensión de clases podría ser mejor, más fluido, más rápido. Nadie quiere que los estudiantes sigan perdiendo clases, eso es claro, sobre todo considerando el impacto de la pandemia, pero, eso que llaman motivos de fuerza mayor, a veces son precisamente estos. Sea cual sea la decisión, en momentos de emergencia, la claridad ayuda.

Por: Pablo Hübner