• 28 de Marzo

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Hoy vemos con preocupación cómo nuestras niñas y niños son arrastrados por la corriente de una ola que no hemos sabido contener. Investigaciones comparadas desde 2019 nos mostraban que presentaban los peores niveles de salud mental del mundo, triplicando los niveles de otros países. Y en este delicado escenario, la pandemia está aumentando el daño acumulado que este grupo vive en Chile.

El estudio Impacto en la Salud Mental de Preescolares y Escolares chilenos Asociados a la cuarentena por COVID-19, del departamento de psiquiatría y salud mental norte de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile -de enero de 2021- respondida por apoderados de casi 4.800 estudiantes entre prekinder y cuarto básico de Cerro Navia, Pudahuel y Lo Prado, muestra que luego del encierro prolongado, casi un 25% aseguró estar “triste”, un 30% que le “faltaban ganas para hacer actividades que le gustan” y poco más de un 26% tiene problemas para dormir. De hecho, casi el 72% presentaba “irritabilidad o mal genio” y casi el 73%  cambios de apetito.

Es razonable pensar que estos cambios estén asociados con el encierro, el miedo a morir o que muera uno de sus familiares, los cambios de rutina, la disminución o desaparición total de sus redes de apoyo y pérdida de la interacción social. Lo más grave es que estas consecuencias podrían cambiar las trayectorias “psicopatológicas” de NNA, de manera consistente en el tiempo. ¿Pero hemos hecho nuestro mejor esfuerzo para evitar estos efectos nocivos en la vida de nuestros niños y niñas?

Nos preocupa la falta de atención de los efectos de estas medidas en la salud mental de la niñez, y sobre todo, la ausencia de planes remediales para hacernos cargo de las consecuencias que ya vemos que serán profundas y graves. Tenemos la responsabilidad de asegurar que sus trayectorias de vida, muchas veces determinadas por la situación de pobreza y vulnerabilidad en la que nacieron, no se sigan viendo afectadas. Reconstruir ese tejido social que les permite rearticular sus redes, recuperar su salud mental y apoyar a las iniciativas que busquen entregar soluciones innovadoras para avanzar en este camino.

Arturo Celedón, Director Ejecutivo

Fundación Colunga