• 23 de Abril

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Hace un año mi mamá, Ruth “Tuty” Igor Kunstmann, nos dejó. Antes de morir, se encargó de dejarnos un mensaje precioso para todos los hijos de Puerto Varas: cuidar nuestra ciudad y preservar su patrimonio, no solo de construcciones centenarias, sino también de tradiciones.  Preocuparnos de nuestro legado como sociedad.

Ella fue una de las impulsoras del rescate patrimonial de barrios, de dar nueva vida a plazas y parques, pensando siempre en usar rosas y especies autóctonas; atraer nuevamente a los vecinos a los espacios públicos para hacerlos propios, con identidad. Y al mismo tiempo, siempre llamando a preocuparnos de nuestro entorno natural, que heredamos y que debemos entregar a las nuevas generaciones ojalá mejor que como lo recibimos.

Sin embargo, qué he visto, leído y escuchado de nuestro querido Puerto Varas en el último año. Que la contaminación del lago sigue allí, pero que “no se ve ni se huele tanto desde la costanera” y por lo tanto, no nos acordamos. Si el próximo verano alguien se intoxica con el agua mientras nada en Puerto Chico y lo hace público, puede que escuchemos algo parecido a un “estamos trabajando en eso”.

El aire de la ciudad es uno de los más contaminados de la región por el humo de leña. No es un fenómeno nuevo, sin duda, pero es más grave que antes. Tenemos más viviendas y sigue haciendo frío. ¿Se fiscalizan todas las varas de madera que se comercializan en la ciudad? No. ¿Se fiscalizan entonces la mayoría? Parece que tampoco. La leña seca produce menos humo y en muchas ciudades de Chile y el mundo se recomienda la reconversión a pellet, que son menos contaminantes. No he visto, leído ni escuchado de un plan impulsado por el municipio en ese sentido.

La pandemia no ha pegado fuerte en la ciudad. Es una excelente noticia. Pero los aplausos aquí son para los vecinos, que han sido en extremo responsables y solidarios. Ojalá el nivel de contagio siga bajo y el coronavirus no cause estragos en la población local. La avalancha de personas desde Puerto Montt ya es parte del paisaje, tanto en el comercio como en servicios. ¿Hay control de ello? Aparentemente no.

Con Puerto Varas en modo “hibernación” por pandemia, ha quedado más en evidencia que hay muchas calles y veredas con hoyos, prados mal mantenidos o secos, plantas ornamentales que murieron invadidas por la maleza o que simplemente fueron robadas. El turismo es una de las principales fuentes de ingreso de Puerto Varas –si no la más importante- y las ciudades, sus calles, se tornan inolvidables por dos razones: porque son hermosas o porque están en condiciones lamentables.

Sí, el sector de la plaza de Armas y la calle techada aledaña están siendo objeto de remodelación. ¡Enhorabuena! Esperemos que los trabajos concluyan antes de la temporada estival y con más rosas y más espacios verdes como protagonistas.

Todo lo antes nombrado es parte de nuestra realidad. Prontamente Puerto Varas, al igual que todas las comunas del país, entrará en modo “campaña electoral”. Escucharemos y leeremos un sinfín de promesas, proyectos, sueños e ideas, tanto del alcalde que buscará la reelección como de otros candidatos, incluyendo algunos concejales en ejercicio que disputarán el sillón edilicio.

Y aquí cobra importancia la memoria. ¿Qué nos prometieron antes? ¿Qué se cumplió y qué no? ¿Cuántos eventos de contaminación del lago hemos vivido en la última década y seguimos sin un plan de modernización del sistema de recolección y tratamiento de aguas servidas en la cuenca del Llanquihue, impulsado por las autoridades y ejecutado en conjunto con la empresa privada?

¿Cuántos edificios más soporta el núcleo de la ciudad sin que terminen de colapsar las calles, el sistema de aguas lluvias, los espacios de estacionamiento? Porque el progreso de las ciudades sin duda incluye crecer “hacia arriba”, pero con planificación urbana, con obras de mitigación de impacto vial, con resguardo al efecto visual y en el entorno, con respeto al estilo histórico de la ciudad, que va más allá de que un local comercial disponga un letrero de madera.

En pleno siglo 21, ¿cuántas calles siguen siendo de tierra? Y peor aún, ¿cuántos sectores sufren inundaciones cada invierno porque las obras necesarias para evitarlo se han prometido y nunca se han ejecutado?

La foto desde la costanera es preciosa. Pero los vecinos no viven en una postal. Los portovarinos viven en una ciudad cuyo núcleo comercial y de servicios no da abasto en horario peak, donde el aire se torna irrespirable por la mezcla de humo y neblina, donde la playa que baña la ciudad está contaminada y donde los edificios han ido apoderándose del paisaje. Ojalá que a la hora de votar, la memoria no falle, la realidad se imponga y gane quien tenga un compromiso genuino con el presente y el futuro de Puerto Varas. Los legados no se arman con palabras, sino con obras.

 

Silvana Droppelmann Igor

Periodista