• 28 de Marzo

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Las protestas iniciadas el domingo pasado en Cuba, se deben comprender, al menos, bajo una triple dimensión. Por un lado, está el fuerte declive que ha sufrido la economía del país caribeño en los últimos meses. Por otro lado, las consecuencias históricas del embargo impuesto por los Estados Unidos desde 1960, cuando el presidente Eisenhower, ordenó el primer embargo como consecuencia de la política estatizadora de Fidel Castro. Medida que afectó a importantes inversiones privadas norteamericanas en la isla, y, por último, el impacto de la pandemia del Covid-19.  Todo lo anterior, converge en las particularidades que tiene el sistema eléctrico cubano, el que ha evidenciado fallas en las últimas semanas y provocando importantes e inéditas manifestaciones sociales. Esto último, a pesar de los efectivos métodos para sofocar la disidencia que han caracterizado a los gobiernos de Cuba. De ahí que el origen de estas manifestaciones tenga mayor relación con las precariedades actuales de los cubanos que con una organización prestablecida para amenazar al gobierno.  Ahora bien, es importante considerar que, en el año 2019, se incrementaron las medidas restrictivas hacia Cuba, cuando Donald Trump, anunció la aplicación del capítulo III de la ley Helms-Burton. Factor clave para justificar la escasez de combustible en la isla Díaz-Canel. De ahí que este estallido social, también podría estar evidenciando el desgaste de un sistema que lleva más de 60 años. Por otra parte, la postura del Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel, responde a la necesidad de controlar a la oposición y en buscar a un enemigo externo al gobierno (no inventado), siendo, él mismo, quien ha reconocido las debilidades económicas que ha enfrentado el país en los últimos meses. En ese contexto, hizo un llamado a defender la Revolución y, según él, el pueblo fue a debatir y argumentar, pero los manifestantes respondieron con violencia. Gesto que responde al clásico discurso en pro de la Revolución, como si estuviéramos en la década de 1960. Sin embargo, siendo Estados Unidos una de las primeras economías del mundo, es clave considerar que el bloqueo que le ha impuesto ha condicionado su crecimiento económico. Aunque, también, es importante considerar que las principales exportaciones cubanas tienen como destino a China, España y Países Bajos, mientras que las importaciones proceden desde España, China e Italia. Por lo tanto, esa dependencia que tenía de la URSS hasta 1990, hoy no se ha reflejado en que Rusia sea un socio comercial estratégico y que pueda reemplazar la ausencia del mercado norteamericano. Es muy poco probable que estas protestas, a corto plazo, puedan significar un cambio estructural, ya que el peso de los Castro y el peso de histórico de la Revolución es todavía muy fuerte en la isla. Por otro lado, hay que considerar el rol de los Estados Unidos, y John Biden, quien, a diferencia de Barack Obama, calificó al gobierno cubano de autoritario, dando a entender que no está muy dispuesto a superar las décadas de animosidad. En vista de estos hechos, creo que el devenir de estas protestas estará condicionado. En primer lugar, con el restablecimiento de la normalidad del sistema eléctrico; en segundo lugar, con el éxito o no, del proceso de vacunación contra el Covid-19 y; por último, de un eventual repunte de la economía cubana post pandemia. 

 

Dr. Fernando Castillo O.

Académico Facultad de Educación y Ciencias Sociales

Universidad Andrés Bello