• 25 de Abril

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Chile sufre de una enfermedad grave quizá desde siempre, pero hace un par de décadas está haciendo crisis. Tanto, que ni las mejores prescripciones económicas, sociales, sociológicas ni psiquiátricas alcanzan más allá de su superficie, sólo a tapar por un rato sus síntomas. Vengan éstas desde las derechas o desde las izquierdas, y a pesar que los gobiernos y discursos se alternan, el mal que nos invade se profundiza y se extiende sin interrupción a punto de invadir los rincones privados y comunes haciéndonos peligrar la esperanza. Y no es que los tiempos sean fáciles para nadie! Pandemia, Guerra, Crimen y Abuso invaden desde el nuevo siglo nuestro planeta y nuestro vecindario… ahí están las emigraciones multitudinarias de refugiados con su injusto desarraigo y miseria, y el  obituario de víctimas para testimoniarlo.

Sin embargo sospecho que la enfermedad que nos aqueja a nosotros y a nuestra convivencia es valórica, es una enfermedad del alma. Un alma que por décadas permitimos que recibiera alimento contaminado con odio, con revanchismo, con soberbia, con temor, con codicia y con engaño. Esos ingredientes que contaminaron la Iglesia y destruyeron la respetabilidad de nuestros políticos, empresarios y jueces y que convirtieron las elecciones en un mal menor. Los mismos desvalores que emergieron vociferantes durante el delirio constitucional recién pasado y que a Dios gracias terminó con un retundo Rechazo.  Esto explica porqué recetas científicas y bien intencionadas -incluso cuando bien aplicadas- aportan materialmente y por un rato, pero pronto sus esfuerzos son deformados y corrompidos por la misma enfermedad.

Pero desde vivir este tortuoso proceso constitucional parece surgir una regeneración política que llenó a nuestro país de esperanzas. Lo hizo porque  Amarillos por Chile no surge de una nueva receta política ni técnica. Personificados en un poeta, sus impulsos tienen que ver precisamente con salir a sanar el Alma de Chile, a preocuparse de la forma, de la manera tóxica que adopta nuestra convivencia a causa de su enfermedad. Por eso sus propuestas son antídotos al veneno que recibimos, en recuperar la forma de relacionarnos, de mirarnos y de hacer política, de poner en práctica sin más dilación el discurso de la dignidad respetándonos nuevamente. De proponernos desde un centro conciliador el acercamiento hasta que duela, de poner de moda el diálogo político honesto y de cara a la ciudadanía, de poner en valor la verdad, la austeridad y la generosidad por todos los chilenos hasta deshacer los prejuicios.

El contraste entre esta renovación de la forma de relacionarnos y de hacer política y aquella enferma y contaminada por las triquiñuelas, los protagonismos interesados y el show, ya quedó en evidencia durante los últimos dos días de negociación de un acuerdo del camino constitucional desde el Parlamento. Sin entrar aquí en el detalle de las “volteretas” y sus variopintos protagonistas, baste agradecer a Amarillos por Chile su fortaleza,  responsabilidad y congruencia, no obstante los intentos -algunos viles- por alterar engañosa y fundamentalmente el Acuerdo y denostar a quienes lo hicieron posible.

Gracias Cristián, gracias Parlamentarios de todos las tendencias capaces de oír el clamor ciudadano por esta mejor forma de hacer política y de relacionarnos hasta la conciliación, gracias por aquellos que han podido entender que el nuevo intento constitucional trae potencialmente el inicio de la sanación del alma de Chile en la forma como sea llevado a cabo. Si con estas Bases Constitucionales y con este Acuerdo Por Chile, llegamos a buen puerto,  con mucha alegría pintaré nuestro  Mapa de Chile,  Amarillo.                                             

Pablo Ortúzar A.