• 25 de Abril

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Llegó el invierno a Puerto Varas. En pocos días más estaremos en la mitad del año. Ya nadie habla de pasar agosto. Decir eso en estos días suena como ofensa y de mal gusto. No es un invierno cualquiera. Basta salir a la calle para entenderlo. La vida de antes parece un recuerdo lejano. Éramos felices y no teníamos idea, dicen algunos. Otros dicen que esto era necesario para volver, para regresar, para recuperarse de algo. El encuentro con el espejo, luego de años de carentes reflejos. Mientras, las palabras de siempre ya no suenan como las de antes. Es como cuando alguien se despide y te dice cuídate, o que estés bien. Suena de otra manera.

Este año nadie se lo esperaba. Basta recordar pocos meses atrás, la celebración del año nuevo 2020, los planes y propósitos, la suma de los abrazos, el sonido de los fuegos artificiales, en medio de los meses del estallido social y su camino hacia un año electoral histórico. Seis meses después y todo es diferente.

La historia cambió su curso. Agregó nuevo desafíos, nuevas necesidades y nuevas estrategias. La capacidad de adaptación es el único camino posible. Quien espera que todo vuelva a ser como era, espera demasiado. Lavarse las manos con frecuencia. La mascarilla. Las filas largas con pocas personas. Limpiar la mercadería con desinfectante antes de guardarla. Guantes. Autocuidado en la medida que se pueda.

Los días pasan. Ya estamos llegando a ese punto en que todos conocemos a alguien que está enfermo y que está mal. También conocemos a alguien que ya se fue. Sin funeral concurrido, sin abrazos, sin muchos discursos, sin un último brindis. Luego, ver si mandar un sticker en el grupo de whatsapp para el pésame. Tal vez una video llamada.

Junto al dolor por la enfermedad, están las consecuencias de la pandemia a nivel económico. Puertas que se cierran o se abren a medias, para percibir las peores ventas de la historia. La incertidumbre avanza con los días, mientras en la noche, el toque de queda marcha entre el ruido de algunos autos distantes que pasan a ratos. La noche sigue ahí. Perder el trabajo. Perder el negocio. Pensar horas en qué hacer. Pensar horas en lo que sea. No saber qué pensar.

El teléfono encendido. La pantalla brillando en la oscuridad. Las redes sociales. Las noticias. Los comentarios. Cuesta mucho más creer que dudar. Pero uno quiere creer. Entre medio del desborde de la sobredosis de información, en Facebook y en Instagram hay cientos de fotos de los protagonistas del gobierno central, regional y municipal. Son como el diario de vida de las acciones y medidas, también de los balances. Reunión con autoridades, cuatro fotos. Otra reunión, diez fotos más. El rostro protagonista mirando en un notebook la pantalla llena de cajas y caras al interior de las cajas. Anuncios de más cifras y de más cambios de metodologías. Anuncio de más medidas. Entre la preocupación y la comunicación de la preocupación. Que se note, pero que no se note.

Mientras, mirar todo esto con la sensación de que no se está haciendo lo suficiente. Que faltan medidas, tanto sanitarias como económicas. Que falta ayuda. Que falta coordinación y colaboración. Que falta plata. Distintos grupos, algunos más organizados que otros, claman para extremar las medidas. Estos grupos también reclaman que no están siendo escuchados. El aire se vuelve más pesado con el humo de la leña y el frío. El autocuidado no sólo depende de uno, depende de todos. Puede que la celebración del próximo año nuevo 2021 sea sin abrazos. Puede que en esa fiesta falten algunos. Queda mucho camino aún. A no bajar los brazos.

Por: Pablo Hübner