• 25 de Abril

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En el debate de elecciones municipales 2021, organizado por el diario El Heraldo Austral, en el penúltimo bloque, uno de los candidatos le preguntó al otro por su posición en relación con la elección del apruebo o el rechazo. El candidato aludido dijo que nadie en la calle le pregunta eso, que a nadie le importa, que eso es pasado, que ahora es tiempo de pensar en el mejor futuro de Puerto Varas. Claramente no quería responder. Tampoco dijo por qué no quería responder.

Si algo ha quedado claro durante los últimos días es que el estallido social no es cosa del pasado. Las mismas elecciones de convencionales constituyentes, que se realizarán junto a las elecciones municipales, tienen que ver con el resultado de la elección del apruebo y el rechazo. Este es un proceso que recién se inicia, mientras las manifestaciones generalizadas siguen marcando los viernes en Santiago y durante las últimas noches, han vuelto los cacerolazos.

El retorno de las campañas políticas municipales coincide con un momento político complejo. Las decisiones del gobierno de Piñera, entre ellas las asociadas al tercer retiro del 10%, probablemente tendrán un efecto en los resultados electorales del próximo mes: alcaldes, concejales, gobernadores regionales, convencionales constituyentes. Son elecciones diferentes, pero relacionadas y que se dan, en un momento particularmente delicado. No se puede separar la realidad al antojo del cargo y sus atribuciones, según cada elección y localidad. Además, ni un cargo es una isla, mucho menos en un país centralista y presidencialista. La suma de los trazos para cada voto importa coherencia y el escenario del poder tiene muchos elementos en conjunto.

Según la última encuesta Cadem, el presidente Piñera apenas cuenta con un 9% de apoyo. La estabilidad política del gobierno es una jalea. La incertidumbre es parte del clima. La sensación de cada día es: ¿y ahora qué?  Mientras, el presidente está cada vez más solo. Entre más ratifican la unidad, más se siente la soledad. Es como eco al silencio. Además, resulta evidente que son los de su sector quienes también votan en contra de su voluntad. Quienes dicen ser parte de su equipo son quienes lo critican en los medios. Quienes eran declaradamente de su sector y junto su rostro pedían votos en elecciones anteriores, ahora se emancipan en candidaturas independientes, y desde la palabra transversalidad, ni le dedican una palabra. Evitan hasta mencionarlo. El juicio de evaluación individual del escenario justifica la huida conveniente y la ideología de adhesión desprendida, más parece un artículo para decorar lo que se asume, a nadie le importa. La negación es cómoda como la falta de argumento y el silencio, por tanto, aún más conveniente. En su defecto, un silencio lleno de palabras vacías. El sentido de oportunidad individual convoca a un laberinto en que la salida es la entrada y la compañía que prevalece, los primos de los hermanos, compensa las ausencias disminuidas.

Como reacción al desamparo, la necesidad por parte del gobierno de evidenciar unidad parece montaje, mientras el imperio del Excel gobierna por sobre el extraviado sentido común. Las medidas son con una calculadora en la mano que opera en consideración de las candidaturas y los pretendidos votos. Con todo, esfuerzos aparte, el control de la agenda política por parte del gobierno más que un anhelo parece una nostalgia, parece la pérdida de algo que no vuelve ni volverá. El distanciamiento, inevitable. La ausencia de estrategia pasa a ser la estrategia en el naufragio. No deja de ser simbólico que parte del esfuerzo de las autoridades, ante las críticas por la cobertura del bono clase media, sea retirar la cruz roja que indicaba cuando no se cumple con los requisitos para obtener el bono clase media.

Ante el vacío de poder que ofrece el centralismo presidencialista, hay un sincero énfasis de poder tanto en el congreso como en los municipios.  Este énfasis importa sobre todo una responsabilidad cívica con la transparencia de la personalidad política, especialmente en quienes son candidatos. Ahora que pronto vuelven las campañas, se hace imperativo que los candidatos para la próxima elección digan las cosas con claridad. Cuando menos, explicar el silencio. ¿Por qué un candidato evita, en más de una oportunidad, expresar su posición sobre el apruebo o el rechazo? Considerando todo lo que está pasando, decir que esto a nadie le importa es decir demasiado.

Por: Pablo Hübner