Norte contra Sur. Unionistas contra Confederados. La autoridad legítima contra los rebeldes. Abolicionistas contra esclavistas. Hermanos contra hermanos. Es la guerra de Secesión estadounidense y es el mes de julio de 1863. Es pleno verano y en un pequeño pueblo de Pensilvania, rodeado de colinas y bosques sombríos, verdes campos de pastoreo, de trigo y maíz, reina la quietud. Pero dos ejércitos enormes se buscan y se encuentran justo aquí, en Gettysburg.
Y allí será la batalla que marcará el curso de la guerra e inclinará la balanza, para definir el destino de un país, que podría haber sido muy distinto. Fin al esclavismo, libertad a los esclavos, o al menos el comienzo de ella. No habrá dos países, una Confederación y una Unión. Sólo los Estados Unidos de América. Los estadounidenses.
No digo americanos, porque americanos somos todos los que vivimos por este lado. Otra cosa es que hayamos perdido el nombre.
Bueno, este libro ganador del Pulitzer, es la historia de la batalla de Gettysburg, narrada no desde los mapas, los números, las estrategias y tácticas de la batalla, que suelen abundar en libros de este tipo. Es la historia de una batalla épica y escalofriante, contada desde el punto de vista de generales y comandantes de ambos lados. No encontré que el autor escogiera un bando. Es la perspectiva de lo que sentían y creían, de sus motivos y sus miedos. O sea, el bando que se escoge es el del ser humano.
Una novela atrapante de cabo a rabo, electrizante en la última parte, que corresponde al tercer día de la batalla.
¿Qué se sentía al estar allí? ¿Qué tiempo hacía? ¿Cómo era el ánimo de los hombres? ¿Qué había detrás de la imagen que proyectaba un general a sus hombres? ¿Qué lo diferenciaba del resto, aparte de tener el poder de la vida y de la muerte sobre sus soldados?
La forma de contar, introspectiva y realista, permite al lector o al menos eso me pasó a mí, sentirse conmovido. Sentir haber estado allí. Una novela bélica humana, inolvidable.
