Como a muchos, me tocó leer por primera vez a tu Principito, obligado, presionado para cumplir con una tarea escolar. Y yo, que era lector incipiente, pero de relatos de aventuras, de guerras y de cowboys, reconozco que tu libro no me simpatizó. Lo encontré aburrido porque era para niños y yo me creía adulto.
Luego, ya en el mundo laboral, a propósito de preparar alguna intervención o discurso frente a un auditorio, recurrí a tu Principito para extraer citas o reflexiones inspiradoras, como un pirquinero en busca de alguna veta de un metal precioso.
Y ahora, me he dejado de hacer lecturas parciales, para releer como corresponde a tu obra más conocida. Y soy, de nuevo, uno más entre millones de lectores, niños y grandes, que han hecho parte de su vida a tu Principito, nuestro Principito.
Quiero decirte, que ahora sí, ahora este Principito se ha conectado más allá de la razón, con mi corazón. Ahora sí, he captado un poco más, a partir de una aparente sencillez, los mensajes que vas sembrando para que germinen en mi voluntad y en la de todos para que el mundo sea mejor. Este mundo que está tan enredado como el que tú conociste y que te llevó a tan tristes circunstancias. Y me hubiera gustado preguntarte: ¿Cómo se te ocurrió algo tan hermoso, tan mágico y profundo, cuando estabas sufriendo en medio del desierto, con tu avión averiado, sin agua y a punto de morir?
Pediste que te escribiéramos para contarte que había regresado. Y ¿sabes? Creo que regresó. No en el desierto de Africa, donde tú pensabas, pero ha regresado a la Tierra por acá por la Patagonia. Anteayer estaba deshollinando mis volcanes cuando se acercó un niño. Era muy preguntón y me pidió que le hiciera un bozal para un cordero. Y cuando yo le preguntaba de donde venía y quién era, nunca me contestaba. Era moreno, de pelo negro, pero creo que era él. ¿Y sabes por qué, Antoine, era el Principito? Porque ofreció regalarme cinco mil millones de estrellas que ríen como cascabeles. Y parece que en otras partes de la Tierra también lo han visto hace poco.
Antoine de Saint-Exupéry, ya se han cumplido más de 80 años desde que frente a las costas de Marsella, junto a tu avión de reconocimiento, desapareciste para irte a alguna estrella. Y ahora desde aquí, desde el sur del mundo corresponde decirte cinco mil millones de veces ¡Gracias por todo!