• 14 de Diciembre

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La violencia filio-parental: los hijos que insultan, maltratan y golpean a los padres

Dr. Franco Lotito Catino

Profesor del MBA de la UACh


“Si tú no respetas a los demás, no tienes derecho alguno a exigir respeto por parte de los otros”.


Últimamente, se ha acentuado una patología social que afecta por igual a muchas familias de todos los estratos socioeconómicos y que se relaciona con aquellos niños(as) y adolescentes con características y rasgos de un “tirano” que se salen siempre con la suya, menores que nunca tuvieron límites o que raras veces recibieron castigos, y que regularmente tienen a unos padres complacientes y dispuestos a hacer cualquier cosa por ver a sus hijos felices, con el consiguiente peligro de perder el control sobre estos menores, especialmente, cuando los papás caen en la tentación de convertirse en “amigos(as)” de sus hijos, lo que tiene como resultado a adolescentes caprichosos e incapaces de tolerar la frustración.

De acuerdo con los expertos españoles en el tema, el Dr. Wenceslao Peñate y la terapeuta María González, algunas de las señales típicas del niño o niña maltratador(a) son: (a) adoptar conductas desafiantes ante la autoridad, (b) tener mal rendimiento escolar, (c) presentar falta de control de impulsos, (d) practicar el bullying, (e) presentar un mal manejo de la frustración cuando no obtiene lo que quiere, (f) actuar con agresiones físicas y psicológicas, (g) caer en conductas como el hurto y robos, (h) incapacidad para aprender de los errores, (i) no manifestar arrepentimiento por los malos actos cometidos, (j) abusar de las mentiras.

Estas conductas, cuando son reiteradas en el tiempo, predicen la posibilidad de que un menor se convierta en un delincuente juvenil. Los especialistas hablan de la existencia del “síndrome del emperador”, es decir, de un tipo de menores que intentan controlar a sus padres por intermedio de sus constantes exigencias, arrebatos y pataletas –buscando satisfacer alguno de sus deseos, u obtener una ganancia de tipo material–, sin atender a las normas sociales establecidas, ni tampoco a algún tipo de límites.

Agreguemos también, que en algunos casos, estos menores se comportan de manera egoísta y violenta sólo con sus padres, y de forma sumisa en otros lugares y ambientes. En este sentido, los padres deben tener presente, que el “pequeño dictador se hace”, es decir, ante la pasividad parental, el menor avanza poco a poco en sus intentos por revertir el orden jerárquico de la familia, comienza a manipular y a chantajear a los padres, quienes, por su parte, dan su brazo a torcer una y otra vez, hasta que terminan por perder todo tipo de autoridad ante los ojos de estos pequeños tiranos.  ¿Consecuencias de esta conducta pasiva y permisiva? Cuando estos niños crecen, los casos más graves pueden llegar a la agresión psicológica y física de los propios padres.

Cuando se hace una especie de radiografía de las variables socio-familiares que rodean al menor maltratador, en muchos casos se advierte que existe coincidencia en una serie de factores: presencia de padres sobre protectores, hogar con características disfuncionales (peleas recurrentes entre los padres o vivir una separación traumática, la que va acompañada de un sentimiento de abandono por parte de los hijos), ausencia de uno de los progenitores en la crianza de los menores, ausencia de una figura de autoridad, escasa aplicación de medidas disciplinarias por mala conducta, poca supervisión por parte de los padres en relación con aquello que hacen los hijos fuera del hogar, ceder con facilidad ante las exigencias y demandas del niño o del adolescente, escasez de tiempo en el cuidado de los hijos, la existencia de permisividad en un alto grado, tratar al hijo maltratador como si fuera un niño pequeño que no sabe lo que hace, hasta que… ya es muy tarde.