• 28 de Marzo

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Por estos días el humor ha vuelto a estar en la agenda política, no sólo por la interpelación a la que son expuestos los políticos de todos los sectores, sino que también por el clima político social que vive nuestro país, tras las revueltas populares del 18 de octubre de 2019. La incomodidad que representa el humor político no es algo nuevo, pues es un fenómeno que se viene dando hace un largo tiempo en distintos escenarios nacionales. Natalia Valdebenito, Edo Caroe, Sergio Freire, León Murillo, Chiqui Aguayo, Jorge Alís, Mauricio Palma y Stefan Kramer, han sido parte de este nuevo ciclo del humor con fuerte sentido social y contextual.

A mi modo de ver la historia tiene un rol importante en la contextualización del resurgir del humor político en Chile. En una sociedad como la nuestra, altamente mediatizada y digitalizada, con individuos hiperconectados con el mundo y consumidores de estereotipos sacados de cuentos de fábulas, que la historia sea un recurso creativo me llama profundamente la atención. Bajo este contexto es que resulta interesante que algunos actores sociales vinculados a las artes, busquen en la historia argumentos sociopolíticos más allá de lo puramente estético para proponer una fuerte crítica social al actual estado de la sociedad, de las instituciones y del individuo.

Si bien la creatividad no es algo propio de este momento y lugar, hoy ha tomado un valor superlativo para una sociedad que – en apariencia- estuvo dormida, que naturaliza peligrosamente que se violenten sus derechos humanos y que espera que otros resuelvan lo que ellos deben mejorar.

Desde los comienzos del mundo clásico que la creatividad era vista como una virtud divina entre quienes la desarrollaban, tanto en Grecia como en Roma, pero fue a partir del S. XVII donde la creación del hombre dejó de ser algo exclusivamente divino, para que entrado el S. XIX el arte fuera considerado como algo creativo, al punto de convertir a sus exponentes en verdaderos artistas. Es por ello que el artista que busca trascender con sus creaciones, debe navegar hacia las aguas de la historia para encontrar elementos de inspiración que doten de sentido a su propuesta creativa y por medio de esta vía, despertar la curiosidad de quienes intentan en sus micros espacios cambiar su entorno social.

Las próximas generaciones de artistas deben prestar atención a los procesos históricos que los envuelven y dotar de una fuerza mental adicional a su interés creativo, para que la propuesta que les interesa proyectar, cumpla una función superior a lo que se pretende originalmente: sólo hacer reír. Si logra entender y ahondar en la relación historia-creatividad, ampliará su público objetivo, contribuirá a fomentar el surgimiento de nuevas mentes creativas que entiendan el nuevo Chile que muchos pretendieron ocultar y que hoy se hizo visible a todo el mundo.

 

Máximo Quitral

Historiador y politólogo

UTEM