Un ranking elaborado por la revista Parenting (Crianza de los Hijos) recopiló todas aquellas afirmaciones que dicen los hijos que desesperan y sacan de quicio a los padres, debido a que no suelen ser frases fáciles de aceptar y de responder.
Cuando un adulto es desafiado por un menor con frases hirientes tales como: “¡No te quiero!”, “¡Tú no me mandas, no eres mi jefe!”, “¡Lo quiero ahora!”, “¡Tú nunca me dejas hacer nada!”, “¡Es mío, no me lo quites!”, “¡Te odio!”, etc., surge desde el interior de los adultos la fuerte tentación de responder impulsivamente con frases que pueden generar conflictos aún mayores, o bien, la persona no sabe cómo enfrentar y responder a estas frases desafiantes con calma y madurez.
En los menores es bastante común que ellos pongan a prueba la autoridad y paciencia paterna, así como la coherencia con la que reaccionan los padres ante las exigencias y recriminaciones de los hijos.
De acuerdo con Heike Baum, autora del libro “¡Lo quiero ahora! Cómo tratar la impaciencia, frustración y las rabietas”, el desarrollo de la destreza y habilidad para desafiar al adulto por medio del lenguaje y de ciertas conductas infantiles, es parte integral del desarrollo verbal y social del niño. Sin embargo, muchas de estas conductas y comportamientos rebeldes continuarán manifestándose también en la adolescencia, en función de lo cual, es preciso tener en cuenta, que aun cuando algunas de las frases lanzadas como “misiles emocionales” por los hijos puedan resultar muy hirientes e irritantes para los padres, nunca deben ser tomadas como algo personal.
En este sentido, durante la etapa de desarrollo, los niños deben aprender a postergar su gratificación. Frases tales como “¡Lo quiero ahora!” necesitan ser controladas por los padres, quienes deben saber que nunca hay que satisfacer las exigencias del menor mientras éste se encuentre en medio de un berrinche o pataleta.
La razón es muy simple: dar una satisfacción inmediata a la exigencia del niño(a) le impide al menor aprender a tolerar la frustración de no conseguir lo que quiere. La reacción de los padres debe apuntar a explicar al niño que lo que quiere le será dado en la medida que sea posible y sólo cuando se calme y se tranquilice del todo.
Asimismo, la paciencia y aguante de los padres es puesta constantemente a prueba con frases como “¡Quiero otra mamá!”, “¡ya no te quiero!” “¡te odio!”. Ante este tipo de afrentas, es preciso dialogar con los hijos y darles a entender que sus palabras son muy dolorosas e hirientes, pero sin mostrar debilidad y jamás bajarse a su nivel. Entrar a responder estas frases con otras de igual calibre sólo puede tener como resultado generar heridas emocionales en ambas partes, las que luego son difíciles de sanar. Lo único que se logra con ellas, es correr el riesgo de escalar el nivel de conflictos familiares, conflictos que terminan siendo innecesarios e improductivos.
En esta etapa del crecimiento infantil, las relaciones entre padres e hijos constituyen la base fundacional del desarrollo de la personalidad de los niños, en función de lo cual, los expertos estiman que el proceso comunicativo, el hacer un rayado de cancha y poner límites claros, el proporcionar la contención necesaria, entre otras medidas, permitirá el adecuado desarrollo emocional y afectivo de los menores.