• 28 de Marzo

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Muchas mañanas como estudiante en los años 1961-1962 a las 07:45 am camino de mi casa en Arturo Prat hacia el Colegio Germania, me encontraba en el Paso Nivel de la Línea Férrea de Calle el Salvador, donde pasaba lentamente una imponente Moto Honda roja camino al Hospital, una moto que pocos tenían y, como pueblo chico, de inmediato se supo que era de un nuevo Doctor que se llamaba Ricardo Vargas llegado a la Ciudad. Un joven de buena “pinta” y Médico, lo que fue comentario obligado de las “lolitas” de la época, con el único pequeño “detalle“, que era de apellido “Vargas”, que frente a los Fresse, Raimann o Teuber, era un “Apellido“ algo novedoso para un médico de esa época.

Escribo estas líneas con mucho cariño a la historia del Doctor Vargas porque he visto y he presenciado muchos homenajes hacia su persona, con justa razón y muy merecidos en los diferentes ámbitos de su vida. Creo que muchas palabras que le han dedicado como médico, no han tenido la dimensión y la profundidad de lo que finalmente era como persona ya que puedo manifestar que con mi padre, quien tuvo una de las dos Funerarias de la época y pude presenciar como ayudante de mi padre en ese trabajo, varias veces al Doctor Vargas de amanecida acompañándonos en la Morgue del Hospital, casi, como “enojado”, dando “explicaciones” de que la persona no se pudo salvar, y ahora, la veía dentro de un ataúd. Un hecho poco conocido lógicamente, que un Médico acompañe a su paciente hasta la Morgue.

Sin duda, era un Médico como pocos, que no se conformaba con su trabajo en el Quirófano, su corazón de Médico era más fuerte y lo llevaba a acciones con sus pacientes, más humanas, difíciles de ver o imitar. Estos hechos, que vi de muy joven, me impresionaron para toda la vida .Con estas situaciones tan íntimas y personales de un Médico muy poco conocidas, solo quiero confirmar y dejar en la historia que el Dr. Vargas, fue un galeno extraordinario, que llevaba la medicina impregnada en su corazón y que deja un legado de lo que es la vocación de servicio.

Se fue un Hijo Ilustre de la Ciudad, se fue un médico humano, sencillo y un ser humano que disfrutó de las cosas simples, que conoció la humildad, que atesoró a esta ciudad como su ideal donde vivir y servir.

Cuando recuerdo que lo vi llegar en una Moto como Médico en los años 60 y verlo nuevamente en los últimos años pasar por calle Andrés Bello rumbo al Hospital en su Citroneta, uno solo puede agachar la cabeza de vergüenza y pensar: que poco se necesita para ser un gran ejemplo de vida para todos… “Todo hombre muere, pero no todos los hombres viven, como vivió, el Doctor Vargas”

 

Fredy Opitz V.

Ex -Concejal