• 29 de Marzo

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Un día como hoy, hace 137 años y en el contexto de la Guerra del Pacífico, 77 soldados de la 4ta. Compañía del Batallón “Chacabuco” ocupaban el pequeño caserío de La Concepción, localizado en lo profundo de la sierra peruana. Se trataba de uno de los tantos destacamentos en que se repartía el contingente chileno que operaba en dicha zona, durante el período que posteriormente sería denominado, para efectos historiográficos, como Campaña de la Sierra.

Los chacabucanos estaban al mando del recién ascendido capitán, Ignacio Carrera Pinto, nieto de José Miguel Carrera, prócer de la Independencia. Carrera Pinto, que se había enrolado voluntariamente en el Ejército a los 31 años, pocos meses después de declararse la guerra, llevaba dentro de su mochila de experiencias (como solemos decir los militares), su participación en las cruentas batallas de Chorrillos y Miraflores.

En cuanto los chilenos divisaron que desde las cumbres cercanas, bajaban alrededor de 300 soldados peruanos y varios cientos de indios, comenzaron a prepararse para el inicio de las hostilidades, las que comenzaron aproximadamente a las dos y media de la tarde. Lo que ocurrió después, debiera ser de dominio de todos los que nos preciamos de llamar chilenos, ya que constituye, tal vez, la página más heroica de nuestra historia patria, solo comparable a la gesta de Prat y sus hombres en la rada de Iquique.

Cuando a las once de la mañana del día siguiente, las fuerzas chilenas del Coronel Estanislao Del Canto llegaron a La Concepción, el enfrentamiento ya había finalizado hace aproximadamente dos horas, y los peruanos ya se habían retirado del lugar. En la plaza del poblado, yacían desmembrados los cuerpos de los 77 jóvenes chacabucanos, quienes habían ido cayendo uno a uno, haciendo caso omiso a los ofrecimientos de rendición por parte de las tropas peruanas, siguiendo el ejemplo de Ignacio Carrera Pinto y sus jóvenes oficiales, Julio Montt Salamanca, Arturo Pérez Canto y Luis Cruz Martínez.

“El militar que recibiese orden de mantener su puesto, a toda costa lo hará”, reza una antigua ordenanza militar. Dicha premisa iluminó las decisiones de Carrera Pinto y sus hombres, hasta el punto sublime de haber preferido sacrificar sus vidas antes que arriar el pabellón nacional, paño sagrado ante el cual hemos jurado generaciones y generaciones de soldados, precisamente un día como hoy, 9 de julio.

Sin embargo, de este hecho de armas no solo debemos extraer enseñanzas los militares, pues para servir fielmente a la Patria, no es necesario inmolarse ante el enemigo. Todos y cada uno de los chilenos debiéramos aprender de nuestros héroes, al asumir en forma integral nuestras responsabilidades como estudiante, como maestro, como trabajador, como madre, como padre, como hijos; pues en el ejemplo de los bravos chacabucanos se condensan las más hermosas virtudes, como la vocación de servicio, el sacrificio, la valentía de enfrentar y sobreponerse a la adversidad, la capacidad de tomar decisiones y responder de nuestros actos, y, en definitiva, de servir a Chile haciendo uso de todas nuestras capacidades para ello.

¿No son acaso esas virtudes las que requerimos hoy más que nunca en medio de la contingencia sanitaria que azota al país y al mundo?; ¿no son acaso esas virtudes, las mismas que hizo carne el Soldado Conscripto Hugo Muñoz Sotomayor (QEPD), quien dejó la vida durante un patrullaje nocturno hace poco más de un mes en la ciudad de Puerto Montt, con el solo propósito de proteger a otros chilenos ante el feroz avance del COVID-19?

137 años después, en pleno siglo XXI, inundados por las grandes preocupaciones del presente, no podemos ni debemos permitirnos no recordar esta acción de valor inigualable, que conmovió a Chile y a América. La actual situación del país amerita que ciertas actividades tradicionales no se lleven a cabo, como es el caso de la ceremonia de Juramento a la Bandera. Pero todos los que alguna vez asumimos ese trascendental compromiso, alzando nuestra mano hacia el estandarte de combate, ante Dios, nuestros superiores, compañeros y familiares, jurando servir fielmente a la Patria, hasta rendir la vida si fuese necesario, mantenemos vigente nuestra promesa. Nos sentimos orgullosos de poseer el más preciado privilegio, que no es otro que ser los herederos de la tradición viva de las glorias de Chile, glorias que pocas naciones pueden exhibir en el mundo.

¡Honor y gloria eterna al Capitán Carrera Pinto y sus bravos chacabucanos!

Teniente Coronel Pablo Lizama Pieper

Comandante del Regimiento N°12 “Sangra”