Miércoles 25 de febrero. Corte de luz a nivel nacional. Se apagaron los semáforos, los televisores, las radios, los computadores, en muchos casos, también el internet. Al principio, parecía sólo un corte de luz más, pero pronto, la noticia de que se trataba de un gran apagón evidenció que el problema afectaba a casi todo el país y que, además, no tendría una solución rápida.
Seguramente la primera reacción de muchos fue evaluar cuánta batería le quedaba al teléfono y al computador. Luego, revisar la agenda de trabajo, qué cosas se pueden hacer, qué cosas se deben cancelar. El tráfico ya se había multiplicado por todas las calles y la sensación de irregularidad gobernaba una rutina imposible. Las filas de vehículos se extendían bajo los inútiles cables enredados. En cada cruce con el semáforo apagado chocaban las personalidades de los conductores, entre los que tienden a dar la pasada y los que tienden a tirar el auto.
En el supermercado se podía comprar, pero funcionaba lento, con largas filas en las cajas para pagar. Los estacionamientos del subterráneo del mall del centro estaban completamente oscuros. La luz del generador iba y venía. Las escaleras mecánicas pronto eran sólo escaleras metálicas. Una persona con una linterna amablemente colaboraba a encontrar los autos en medio de la oscuridad que ofrece el piso menos dos.
El apagón pronto despertó las preocupaciones más urgentes: el funcionamiento del sistema de salud y la situación compleja de las personas electrodependientes. Luego, el acceso al agua, considerando que en muchos lugares el suministro depende de una bomba que funciona con electricidad. Se suma el tema de la calefacción eléctrica, alternativa que en diversas casas ya ha reemplazado a la leña, pero que depende de que el sistema funcione. Si bien es verano, la opción obligaba a pensar qué pasaría en invierno.
La necesidad de encontrar razones era inevitable. ¿A qué hora vuelve la luz? ¿Por qué se produce el corte? ¿De quién es la culpa? Las preguntas son más inmediatas que las explicaciones, que, en su afán de ofrecer certezas, iluminan la fragilidad de todo el sistema. Las atribuciones de responsabilidades y reproches parecían excusas para tapar las omisiones, y así, evitar perder un liderazgo extraviado en medio de la oscuridad.
El apagón del miércoles fue la misma semana en que se conmemora un nuevo aniversario del terremoto y maremoto del 2010. También, el mismo año en que se cumple una década desde la erupción del volcán Calbuco, uno de los más activos de Chile. Experiencias que dejan lecciones. Las emergencias, al igual que las crisis, son un momento ideal para evaluar la capacidad de reacción y evidenciar debilidades. Estar preparados para enfrentar este tipo de emergencias resulta fundamental. Esto obliga a revisar la planificación: coordinación, sistema de respaldo, vías de evacuación, programas de educación, protocolos, entre otros esfuerzos para reaccionar de la mejor manera ante situaciones complejas.
Lamentablemente, la experiencia no siempre es suficiente. La relación entre lo que se ha hecho y lo que queda por hacer representa cuando menos una señal de alerta. ¿Se ha invertido lo suficiente en sistemas de respaldo energético? ¿Está mejor preparada la comuna para enfrentar una erupción volcánica? ¿Se sigue construyendo en zonas que pueden ser de peligro para futuros residentes? ¿Están claras las vías de evacuación?
Cuando volvió la luz, por redes sociales se viralizaron varios videos de distintos lugares de Chile donde se escuchaban gritos de felicidad. En Puerto Varas probablemente la alegría fue la misma. El apagón del miércoles recuerda que las emergencias son parte de la realidad local y nacional. La capacidad de preparación de la comuna para enfrentar estas situaciones puede incluso hacer la diferencia entre la vida o la muerte. La seguridad local depende de que los resguardos se asuman antes, para que después, no sólo queden los lamentos y las acusaciones cruzadas. Prepararse de la mejor manera para emergencias que vendrán es urgente. La pregunta no es si habrá otra emergencia, ni cuál será, sino si Puerto Varas estará lista cuando ocurra. ¿Lo está?