• 12 de Septiembre

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#8M Perspectiva de género: ¿de qué estamos hablando?

  • Por Rocío Alvarado, Concejala de Puerto Varas y miembro del movimiento Transforma.

Es cada vez más frecuente escuchar discursos de ataque hacia la perspectiva de género, discursos donde se tiende a confundir muchos conceptos que, a veces, son difíciles de explicar y acercar a las personas.

Cuando utilizamos la palabra “género”, nos referimos a un constructo social que establece ciertos roles asignados a hombres y mujeres en una determinada cultura. En nuestra sociedad occidental, por ejemplo, las mujeres son aquellas que, desde hace unos 250 años, se hacen cargo del llamado trabajo reproductivo, es decir, del cuidado de los niños, enfermos y personas mayores, de las labores del hogar y, en general, de las acciones asociadas a la mantención de la familia que no tienen una remuneración asociada.

Por su parte, los hombres son aquellos que, por el rol de género que hemos construido como sociedad, participan de la actividad económica en el mercado laboral mediante trabajos remunerados, cumpliendo así la función de proveedor en la familia.

Ambos roles de género han ido sufriendo modificaciones durante los años por múltiples razones. Si revisamos nuestra historia personal y de nuestras familias, ¿podemos ver dentro de ellas cómo han ido cambiando estos roles? Probablemente hemos visto estos cambios manifestarse de una generación a otra, al igual que seguimos viendo numerosas diferencias entre hombres y mujeres en relación a los actuales roles de género en nuestro día a día.

Ahora, cuando hablamos de “perspectiva de género”, queremos decir que al momento de tomar una decisión —diseñar una política, programa o espacio público, o incluso organizar una reunión o actividad—, hay que considerar estas diferencias para que no constituyan una desventaja o para que puedan ser corregidas, similar a la perspectiva que debiera incorporarse con respecto a la discapacidad y a las personas mayores, entre otros grupos.

Entonces, la perspectiva de género —que muchas veces con una intención peyorativa es llamada ideología— no busca eliminar las diferencias evidentes entre los sexos. Busca que las diferencias entre los sexos, ocasionadas por sus roles de género, sean visibilizadas, estudiadas y problematizadas, para que éstas no representen una barrera para acceder a oportunidades de igual calidad.

La pregunta que debiéramos hacernos es: ¿son las diferencias en los roles de género justas? ¿Cómo podemos abordarlas para que lo sean?

Tomemos un ejemplo: si un hombre quiere ser quien, dentro de su familia, ejerza la labor de cuidado de los niños y las tareas domésticas, eso significaría estar en la casa sin un trabajo remunerado. Pues bien, el contexto actual puede generar injusticias para un hombre que decide por esta opción. Primero, porque no existe un post natal que pueda ejercer de manera íntegra si es que la mujer es la que retorna al trabajo después de unos meses y el hombre se queda en casa (sólo hay uno compartido, que ya de por sí es un avance); segundo, la mujer probablemente accederá a un salario menor al que tendría él sólo por ser hombre (las mujeres reciben en promedio un 19% menos de salario que un hombre), salario que determinará la seguridad socioeconómica de la familia; tercero, probablemente tanto el hombre como la mujer serán juzgados por el modelo familiar que eligieron; y cuarto, como cualquier persona que ejerce el trabajo reproductivo, no tendrá acceso a una remuneración por su trabajo y, en consecuencia, tendrá una menor pensión que su pareja.

Visto de esta manera, ¿podemos como sociedad mejorar las condiciones para que los roles de género no constituyan una injusticia por haber nacido de un sexo u otro? Yo creo que sí, y me parece que sería una ganancia para todos y todas; para nuestras madres, hermanas, hijas, sobrinas, y todas las mujeres que luchan cotidianamente por igualar la cancha desde la perspectiva de género.