• 28 de Abril

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El Último Suspiro de los Leñadores de la Cordillera

Por Andrea Uribe Barriga

Historiadora


En la mística Cordillera del Sarao, en la comuna de Fresia, Región de los Lagos, un grupo de hombres, inconscientes tal vez de su legado, son los fieles guardianes de un patrimonio inmaterial que ha tejido el alma de la comunidad fresiana.

Bajo las desafiantes condiciones climáticas de nuestra región, un pequeño grupo de lugareños abraza un oficio ancestral, arraigado en lo cultural y lo social, transmitido con devoción de generación en generación. Este legado ha tejido una memoria colectiva que es crucial para mantener viva la esencia del leñador.

En audaces travesías que pueden abarcar varios días, se aventuran por el perpetuo bosque verde, escalando las alturas montañosas en busca de los más nobles ejemplares de árboles nativos. El proceso es un ritual que comienza con la elección de los árboles, seguido por su cuidadosa preparación antes de ser arrastrados a través del espeso follaje por yuntas de bueyes. Estos hábiles leñadores guían a sus nobles compañeros con maestría por angostos senderos tallados por el desgaste, para ser lanzados cerro abajo en las laderas boscosas. Finalmente, los enormes troncos son liberados en tierras bajas, a orillas del río Llico, donde con balsas y embarcaciones aguardan, listos para ser transportados con cuerdas y con tambores como flotadores. El río, es un aliado indispensable para este oficio tradicional, modelando no solo la logística de transporte, sino también el carácter distintivo de esta madera, dotándola de un tono característico gracias a sus aguas.

Los hombres que abrazan esta labor tienen una edad promedio de 50 años, y en su mayoría dependen de la extracción y venta de leña como su principal sustento económico. Durante los picos de actividad, toda la familia se une al esfuerzo, incluyendo a los niños y las mujeres. Tradicionalmente, la labor de leñador comienza a los 16 años y a menudo se mantiene de por vida. Hoy, esta tradición enfrenta un sombrío horizonte, ya que la práctica es sostenida mayormente por quienes superan los 50 años, dado que las generaciones más jóvenes emigran hacia centros urbanos en busca de educación y empleos diferentes. Además, la expansión de la industria forestal a gran escala ha desplazado a la mano de obra artesanal y ha mermado los recursos debido a la explotación y reforestación de especies foráneas.

En un momento en que las grandes empresas forestales se extienden, cosechando especies exóticas como el pino y el eucalipto, el oficio de la leña artesanal resplandece como un preciado tesoro de tradición.