Dormir bien o mal depende de múltiples factores y son muchas las recomendaciones que transitan de boca en boca para, supuestamente, ayudarnos a dormir mejor u obtener el mayor descanso posible, pero ¿qué es mito y qué es realidad? La neuróloga Betty Pardey de Clínica Somno resuelve el misterio.
“Existen muchos mitos en torno al buen dormir. Escuchamos diariamente recomendaciones que en alguna medida nos ayudan a dormir mejor. Otras, sin embargo, no tienen base científica. Lo importante es entender que el buen sueño es fundamental para regenerar el cuerpo, incrementar las defensas, evitar enfermedades a largo plazo y, en definitiva, mejorar la calidad de vida”, señala la especialista de Clínica Somno.
Empecemos:
- Tomar leche antes de dormir: Este alimento contiene un aminoácido (triptófano) que activa la producción de melatonina, hormona que ayuda a inducir el sueño en las noches, ayudándonos a acortar el inicio del sueño. Pese a ello, esto no funciona así en todas las personas y no tenemos la certeza de que tras beberla sentiremos somnolencia.
- El sueño se puede recuperar: El sueño JAMÁS se recupera, pues los procesos que el cuerpo lleva a cabo mientras dormimos de noche, en la oscuridad, son irremplazables. Además, la deuda de sueño se acumula noche tras noche, ocasionando efectos negativos en el ánimo, en la presión arterial e incluso en la capacidad para percibir y relacionarnos con el ambiente. De tal manera que, dormir entre 3 y 4 horas los días de la semana y dormir 10 horas el fin de semana, no hace bien al organismo. Lo óptimo es establecer una rutina sana de sueño con horarios y duraciones regulares.
- El sobrepeso tiene directa relación con los ronquidos: Es correcto. En las personas con sobrepeso u obesidad, los tejidos de la laringe y faringe están más estrechos e infiltrados por tejido graso, lo cual favorece el ronquido.
- Hacer deporte cansa el cuerpo y da sueño: No hay dudas de los múltiples efectos positivos del deporte, sin embargo, depende del momento en que lo realizamos pues es recomendable hacerlo durante la mañana o la tarde y no durante la noche, pues aumenta los niveles de adrenalina y la temperatura corporal, que finalmente dificultan la conciliación del sueño.
- Los adultos y adultos mayores necesitan dormir menos horas: Si bien las personas mayores tienden a presentar un sueño fragmentado como el de los niños pequeños, esto no significa que tengan una menor necesidad de dormir. Muchas veces la disminución de sueño se debe a episodios de insomnio o pesadillas frecuentes. La recomendación es dormir entre 6 y 7 horas diarias y, si se presentan dificultades que impidan esa cantidad, es necesario acudir a un especialista.
- La pantalla del celular, antes de dormir, afecta el inicio del sueño: Totalmente cierto. La luz de pantallas como televisores y celulares confunden nuestro sistema de sincronización con la luz solar, alterando así nuestra secreción de melatonina, que es una hormona inductora del sueño.
- El alcohol ayuda a dormir mejor: Es cierto que el alcohol provoca somnolencia, sin embargo, acorta la cantidad de sueño generando una mala calidad del mismo. Además, al consumir alcohol los músculos de la garganta, la úvula y la lengua se relajan y pierden fuerza, obstruyéndose la vía aérea e impidiendo una correcta respiración, lo que puede generar ronquidos. También aumenta la predisposición al reflujo gástrico y a activar apneas del sueño, las que traen consigo problemas cardiovasculares y respiratorios más graves.
- Si duermes siesta, no podrás dormir de noche: La siesta es recomendable si estamos demasiado cansados, pero es importante tener claro que su duración no debe ser superior a 30 minutos. Por lo mismo esta aseveración dependerá si se sobrepasa el límite de tiempos, pues de ser así efectivamente nos costará conciliar el sueño al llegar la noche.
- Comer pesado en la noche dificulta dormir bien: Durante el sueño los procesos digestivos se enlentecen, dificultando la iniciación y profundización del sueño. Por ello es recomendable no comer alimentos pesados ni picantes durante la noche e idealmente procurar que la última comida que se ingiera sea por lo menos dos horas antes de irse a la cama.